David salió de la sala de videojuegos, estirándose después de horas de intensa concentración en los combates virtuales.
Miró el cielo y notó el tono anaranjado que anunciaba el atardecer.
Sacó su teléfono, revisó la hora y su apariencia se endureció.
Cinco de la tarde.
Su madre llegaría pronto a la secundaria a recogerlo.
Sin perder un segundo, se deslizó entre la multitud y tomó el camino más rápido, moviéndose con agilidad entre las calles, saltando vallas bajas y tomando atajos por callejones.
No podía dejar que su madre sospechara que se había saltado la escuela.
A lo lejos, ya podía ver la puerta principal de la secundaria.
El tiempo corría en su contra.