CAPÍTULO 49: Promesas y Cadenas

David no se movió.Su mirada era fuego helado.

El abuelo, con voz firme y antigua como un templo olvidado, soltó la bomba como si fuera solo otro plato sobre la mesa:

—Tenés dos prometidas. Solo una podrá quedarse a tu lado.La primera es Aiko, del clan secundario.La segunda, Melissa, del clan que ha permanecido junto al nuestro desde antes que nacieras.

Silencio.

David entrecerró los ojos.No dijo nada al principio. El aire se volvió denso, y el reloj en la cocina sonaba como una cuenta regresiva que nadie había pedido.

Su madre dejó de remover la olla.El vapor subía como humo de guerra.

—No soy una pieza en tu tablero, viejo —dijo finalmente, su voz baja, pero afilada como una cuchilla bajo la lengua.

—No. Pero sos el heredero del clan —respondió el abuelo sin titubear, apoyando sus dos manos sobre la mesa—. Y hay cosas que no podés evitar. Tu sangre exige más que libertad.

David caminó despacio hacia la mesa.Su katana colgaba silenciosa, pero presente.La habitación entera parecía contener la respiración.

—Entonces que el destino elija —murmuró, con una media sonrisa cargada de veneno—. Pero que sepa que yo también tengo cuchillos.

El abuelo lo miró sin parpadear, y por primera vez en mucho tiempo… sonrió.

—Muy bien, David. Vamos a ver cuál de ellas tiene el filo necesario para caminar a tu lado.

Y en ese instante, el juego empezó.No uno de amor.Sino uno de legado, traición y voluntad.Donde el corazón, como siempre, sería lo primero en sangrar.