El amanecer filtraba su luz dorada a través de las grietas del techo de piedra.David abrió los ojos sin sobresalto, como si nunca hubiera dormido del todo.En su mundo, descansar era un lujo breve,y despertar…era prepararse para volver a cargar con lo que el sol traía.
Se incorporó sin hacer ruido.Descolgó su katana con una reverencia silenciosa, como si la hoja también despertara con él.Se ató el yukata oscuro con firmeza, se cubrió el rostro con una bufanda gris…y salió.
La guarida se cerró detrás de él.Sin llave. Sin trampa.Solo el bosque sabría ocultarla.Y el bosque estaba de su lado.
Entre los árboles, David se movía como una sombra líquida.Sus pasos no crujían hojas.Sus ojos lo veían todo.El sol apenas se asomaba por el horizonte cuando ya estaba en los techos,saltando de casa en casa con la ligereza de un espectro.
Desde allá arriba, veía a los primeros oficinistas salir con ojeras,niños bostezando rumbo al jardín,la ciudad encendiendo motores, bocinas y pantallas.
Pero él no era parte de ese mundo.Él era lo que ese mundo había olvidado.Un lobo con cara de humano.Un suspiro del pasado escondido en la mañana moderna.
Finalmente, divisó su calle.La ventana del cuarto de su hermana ya estaba abierta.Seguro su madre estaba sirviendo café,y el abuelo…quizás aún conversando con los fantasmas del clan.
David aterrizó silenciosamente en el patio trasero.Y antes de entrar, se detuvo un segundo.Respiró profundo.Como quien se pone una máscara antes de una obra.
Porque a veces, el verdadero disfraz…era parecer normal.