CAPÍTULO 61: El Límite del Acero

El griterío no se detuvo.Ni cuando salieron al jardín.Ni cuando las flores comenzaron a caer por los movimientos bruscos.Ni cuando el cielo empezó a teñirse de rojo y púrpura.

Aiko y Melissa, encendidas como dos meteoros a punto de colisionar, se lanzaban con todo.Patadas, bloqueos, gritos que cortaban el aire.Dos kunoichis entrenadas para la guerra, peleando como si el corazón de David fuera el último pergamino sagrado del mundo.

En medio de esa danza rabiosa…David intentaba leer su manga en la galería, con una taza de té medio fría y el ceño fruncido.

—"Capítulo 68: El Ninja que dominó el silencio"… tsk.Imposible concentrarse con estas dos lunáticas —murmuró, cerrando el tomo con un golpe seco.

Se paró.

Sin prisa.

Con ese caminar suyo que no suena en el suelo,como si los pasos ya no pesaran.

Y apareció frente a ambas…de un segundo a otro.Como un fantasma que la furia había convocado.

El cielo se apagó un poco.

Aiko se detuvo con el puño en alto.Melissa frenó justo antes de lanzar otra patada giratoria.

Y ahí estaba él.Con los ojos más negros que la noche.Y una presencia que helaba hasta las malas intenciones.

Ya fue suficiente.

Silencio.

El viento se detuvo como si temiera lo que vendría.

—Si siguen así… —su voz era baja, pero pesada—.Las mato yo.

No lo gritó.No lo repitió.Solo lo dijo.Y eso bastó.

Aiko tragó saliva.Melissa apretó los dientes.

—No vine al mundo para cuidar ni soportar promesas de clanes rotos —continuó David, con una sombra creciendo en su tono—.No soy su trofeo. No soy su guerra. Y no soy su excusa para volverse monstruos.

Se giró, sin mirar atrás.

—Sigan si quieren.Pero la próxima vez que me interrumpan la paz…haré que el silencio las visite de forma permanente.

Y con eso…desapareció en la casa.

Dejando atrás dos kunoichis inmóviles,dos corazones latiendo al borde,y un jardín que, por primera vez en el día,recuperó el silencio.