Las calles vibraban bajo los pasos de dos kunoichis modernas,que no blandían katanas,sino tarjetas de crédito y determinación.
Primero llegó Aiko, que al entrar a la tienda vio cómo, entre luces suaves y estanterías ordenadas,resplandecía una joya de papel:
La edición ilimitada, de lujo, restaurada y con extras ocultos del manga favorito de David.
Sus ojos azules brillaron como chakra en combate.
—Esto… esto es lo que lee siempre.Sus dedos temblaron al tocar la caja con respeto.Ilustraciones de portada doradas,tinta gruesa,¡una entrevista con el autor al final del último tomo!
No lo pensó:compró toda la colección.Una caja pesada, pero para ella, valía más que un jutsu prohibido.
Y justo en otro rincón, Melissa abría otro estante…
Allí encontró algo diferente.Un manga que nadie leía, uno casi olvidado por el tiempo,pero que hablaba de un shinobi incomprendido, que vivía solo, ocultando su poder, su dolor, su historia.
Era oscuro.Profundo.Silencioso…Como David.
—Éste… es él, —susurró Melissa.Y sin pensarlo, compró toda la colección.Una caja más discreta, pero con un aura intensa, como fuego lento.
Las dos salieron al mismo tiempo,las cajas en brazos,el corazón en llamas.
Y corrieron.
Corrieron como si el mundo estuviera a punto de acabarse,como si ese fuera su examen chūnin emocional.Una carrera sin palabras, sin tregua, sin jutsus,solo adrenalina y celos con forma de cartón.
Mientras tanto, David estaba en el sofá,leyendo tranquilamente,ignorando que en ese instante exacto,el destino le traía dos regalos que ni él sabía si quería… o necesitaba.