Las puertas se abrieron con un leve crujido.Las sirvientas, atentas desde las sombras del pasillo,observaron cómo Aiko y Melissa cruzaban el umbral…con cajas en brazos y fuego en el pecho.
David, sentado en el sofá,su manga abierto en las manos,no alzó la mirada.Su respiración era tranquila,el ambiente, tenso como un hilo que está por romperse.
Ambas se pararon frente a él,como si el salón fuese un campo de batalla silencioso.
Aiko dio un paso primero, su voz temblaba,pero su orgullo se mantenía erguido como una lanza:
—Ten.Es la colección ilimitada del manga que siempre estás leyendo.Edición especial, con páginas restauradas,portadas duras,y hasta los tomos extraños que nunca se imprimieron más.
David desvió apenas los ojos,los vio,vio la caja,la reconoció.
Un segundo después, Melissa se adelantó, firme, segura, con una pequeña sonrisa:
—Y esto…No es el manga que lees, pero…se parece a ti.Un shinobi que vive en las sombras,que nadie entiende.En el último tomo hay una entrevista con el autor…—hizo una pausa, casi con picardía—dice que lo escribió basándose en alguien que conoció.Un tipo solitario con ojos que parecían guardar otra vida.
David cerró lentamente su manga.Se quedó mirando las dos cajas.
El silencio pesó.Las sirvientas contuvieron el aliento.Hasta el viento que entraba por la ventana pareció detenerse.
Entonces, con calma, David dijo:
—¿De verdad creen… que se puede comprar mi atención con papel?—miró a ambas con sus ojos dorados brillando como faros en la noche—…aunque debo admitir… que tienen buen gusto.
Y en un gesto raro, que nadie se esperaba,tomó ambas cajas,las puso a su lado,y volvió a abrir su manga anterior.
Pero esta vez…una pequeña sonrisase dibujó en su rostro.
Era mínima.Pero estaba ahí.