CAPÍTULO 76: El Señor del Silencio

La casa seguía tibia de sueños rotos y mangas abiertos.Hana no conocía la palabra quietud —ni quería.Saltaba por la sala con la energía de mil caramelos,tiraba cojines, sacaba la lengua,y con voz chillona les cantaba a Aiko y Melissauna canción improvisada:

—¡Las dormilonas que se pelean, ahora desayunan juntas aunque se frieguen!

Melissa, despeinada, con los ojos entrecerrados,intentó fruncir el ceño… aunque parecía más un bostezo.

—Ya despertamos, niña —dijo, con esa mezcla de fastidio y dignidad herida.

Pero antes de que Hana pudiera contestar con otro de sus gritos de guerra,la voz de David cruzó el salón como un corte limpio de katana.

—Silencio a las tres.No hagan que las encierre en el sótano.

Ni siquiera levantó la vista del manga.Ni un milímetro.Su tono era como el filo de una hoja oculta:calmo, pero mortal.

El tiempo se congeló.Aiko tragó saliva. Melissa se acomodó en el sofá. Hana lo miró, cruzada de brazos…pero bajó el volumen.

Un aura pesada cayó sobre la sala.Como si los paneles del manga que leía Davidse desbordaran y envolvieran el espacio.El respeto no se pedía. Se imponía.

Solo el sonido de las páginas al pasar,ese susurro de papel y secretos,seguía llenando el aire.

El mundo era suyo.Y en su reino de calma,hasta las tormentas sabían cuándo quedarse quietas.