La puerta se cerró con un clic y el viento de la tarde acarició el yukata de David.Mientras caminaba hacia la tienda de la esquina, su rostro estaba sereno…pero por dentro, su alma gritaba como un protagonista de shōnen en crisis existencial.
Atrás, en el cálido caos del living, Hana reía sin culpa ni freno.
—¡Mi hermano tiene ese fetiche raro! —gritó como quien revela un secreto ancestral en una ceremonia ninja—.¡Le gusta todo lo relacionado con los mangas! Tiene como… ¿cien? ¿mil? No sé, ¡un montón!Y también le gusta la filosofía, se pone a leer libros raros donde todos se preguntan si el alma existe o si el tiempo es una ilusión, ¡cosas así! —añadió, imitando una voz profunda mientras se paraba sobre el sofá como si fuera una sabia anciana del anime.
Melissa y Aiko se miraron entre sí.
—Eso… ¿eso no es un fetiche, Hana? —dijo Aiko, confundida.
—No, pero para él sí. Porque le da paz. Y lo que le da paz, lo convierte en obsesión. Y lo que obsesiona a David… lo protege con uñas y dientes —respondió Hana con una sabiduría tan pura que hasta Elizabeth dejó de cortar verduras por un segundo.
Melissa chasqueó la lengua.
—Bueno… al menos no era algo raro con orejas de gato.
—Nah, eso sería muy fácil de adivinar —dijo Hana, y volvió a sentarse como si nada.
Mientras tanto, David cruzaba la calle con las manos en los bolsillos.Sus pensamientos eran filosóficos, como siempre, pero esta vez iban más lejos."¿Por qué siempre terminan sabiendo todo de mí? ¿Será que leer me expone más que hablar?""¿Acaso esconderse en la sombra es imposible cuando tienes una hermana pequeña que lo sabe todo?"
Y sin embargo… sonrió.Porque en el fondo, esa pequeña y molesta voz en su casa,era la única capaz de desenmascararlo.
Así, con el sol comenzando a caer,David entró a la tienda.No solo por helado y papas…
Sino también para encontrar otro manga que, tal vez,le ayudara a descifrar quién era,y por qué siempre terminaba escapando de todo,menos de sí mismo.