CAPÍTULO 89: Silencio Interior

Cuando la última nota de la ocarina se deshizo en el aire como neblina matutina, David abrió los ojos. Un suspiro salió de su pecho sin permiso. No dijo nada —como siempre— pero en su mirada había una calma que no se compraba ni con 900 millones de wones.

Se levantó lentamente, sacudiendo suavemente las hojas de cerezo que se le habían posado sobre el hombro. Pasó al lado de Aiko y Melissa sin decir palabra, pero ambas sintieron algo que las hizo quedarse quietas, sin atreverse a seguirlo.

El sonido de sus pasos subiendo la escalera se sintió más pesado que de costumbre. No era cansancio. Era ese tipo de agotamiento que uno lleva en el alma cuando el corazón ha estado demasiado tiempo alerta.

Entró a su habitación. Cerró la puerta. Se tumbó en su futón con un suspiro contenido y los ojos clavados en el techo.

No dormía. No leía. Solo... descansaba.Como si su cuerpo dijera: ya basta por hoy, mundo.

Y el mundo, por suerte, lo entendió.