David abrió los ojos en la oscuridad, su corazón latiendo despacio, como si aún estuviera atrapado entre los hilos de aquel sueño dulce.Pero la realidad, siempre cruel y puntual, lo reclamaba.
Se levantó en silencio, descalzo, dejando atrás las sábanas tibias.El piso frío le arrancó un estremecimiento, como recordándole que la vida era eso: cruda y sin filtros.
Bajó las escaleras.La casa dormía.Solo se oía el tic-tac cansado del reloj y el susurro lejano de la ciudad.
En la cocina, abrió el grifo.El agua helada le corrió entre los dedos, y bebió directamente de sus manos, como si buscara lavar no solo su sed, sino también ese sabor amargo que el sueño le dejó en la garganta.
Se apoyó contra la encimera, mirando hacia la ventana.La luna seguía ahí, redonda y brillante, como riéndose de él.
"¿Familia feliz, eh?" —pensó— "Qué mentira más bonita."
Suspiró.Sabía que el día siguiente traería responsabilidades, trabajo... y dos prometidas que todavía no sabía si podía, o quería, amar.
Pero ahora, en esa madrugada suspendida en el tiempo, era solo un chico más, perdido entre lo que deseaba y lo que era.