Me siento junto a Holden en su cama y Rai se queda en el suelo, entretenida en su celular.
—¿Qué hacen aquí? Creí que habían salido— habló después de un rato de silencio, en el que terminaba de secar su cabello.
—Acabamos de llegar— respondo y asiente arrojando la toalla a algún lado de la habitación —Por cierto ¿Por qué no estabas en clase hoy? — le pregunto, ya que no lo había visto en todo el día y Rai me había dicho que él llegaría más tarde, pero jamás apareció.
—¿Hoy había clases? — preguntó confundido y Rai y yo rodamos los ojos. Será estúpido.
—Claro, idiota. Te lo dije esta mañana— le respondió Rai arrojándole un cojín que atrapó antes de que lo golpeara.
—Sabes que mi sistema no funciona antes de las diez— es la repuesta que da con toda la naturalidad del mundo, recostándose en la cama y poniendo sus brazos detrás de su cabeza.
—Tú en serio no cambias, Holden— lo regaña y él encoge los hombros restándole importancia. Rio y les arrojo a los dos un cojín, ya que son capaces de ponerse a discutir.
—Ya, no discutamos por las pocas neuronas de Holden. Tengo hambre, comamos algo—los detengo y él se queja conmigo.
—Cuando no— responde rodando los ojos y Rai asiente.
—Yo no como tanto— me defiendo y ambos me miran escépticos.
—No, para nada— asegura sarcásticamente y yo 'ofendida' puse una mano en mi pecho —Tú y Nathan parecen tener un barril sin fondo, en lugar de un estomago—.
—Y los muy condenados ni siquiera suben medio kilo— se queja Rachel y yo me rio. Es cierto que solía comer bastante, pero no tanto como Nathan. Él sin duda me superaba por mucho, sobre todo al practicar un deporte de tan alto rendimiento y teniendo un gran metabolismo que se lo permite.
—Ya dejen de quejarse y vamos a comer. Es pasado el mediodía y solo comí unas pocas cosas en la universidad— les digo y los tres bajamos para ver que preparábamos. Entramos en la cocina y yo me senté en el desayunador junto con Rai.
—No pretenden que yo voy a cocinar ¿O sí? — nos preguntó y nosotras hacemos pucheros, haciendo que suspire resignado. Un dato curioso, es que increíblemente, Holden cocinaba como los dioses. Puede que sea algo vago e inmaduro, pero en esto era el mejor. Razón por la que pasaba mucho tiempo en su casa, ya que siempre podía obligarlo a cocinar algo delicioso.
Después de un rato viendo como Holden hacia la comida, se movía de un lado a otro, picaba, lavaba y mezclaba cosas, se voltea hacia nosotras y nos pide que pongamos la mesa. Nosotras nos levantamos y pusimos los platos y todo lo demás, mientras Holden venia con la comida. Nos sentamos y en seguida empezamos a comer, mientras hablábamos de cualquier tontería. Cuando terminamos, nos ponemos a ver televisión en la sala y ya luego de un rato, Holden se levanta diciendo que se iba a bañar.
—¿Por qué no vamos al cine o a una plaza? Me estoy muriendo del aburrimiento y no hay nada bueno que ver en la televisión— se queja Rai media hora después, parándose del sofá.
—Acepto. Yo también estoy muy aburrida— respondo imitándola —¿Le dices a Holden? — pregunto y ella asiente.
—Si, claro ¡HOLDEN! — grita de repente, haciéndome brincar en mi sitio por el susto.
—Tonta, la idea era que subieras y le dijeras. No que me dejaras sorda— la regaño dándole una mala mirada.
—Ambas sabemos que yo no iba a subir— sonríe, encogiéndose de hombros, y yo ruedo los ojos.
—¿Qué pasa? — pregunta Holden, ya cambiado, bajando las escaleras confundido.
—¿Vienes con nosotras al cine? — le pregunto y asiente.
—Claro, vamos. Buscaré mi celular— dice antes de subir rápidamente.
—¡Me traes mi bolso, porfa! ¡ESTÁ EN LA HABITACIÓN DE RAI! —.
—Oye, ¿Tienes que gritar tan fuerte? —me reclama y yo la miro, notando la ironía en la situación.
—Yo tampoco quería subir— la imito encogiéndome de hombros y ella solo se ríe.
—Listo— afirma bajando las escaleras y me tiende el bolso, para luego salir todos de la casa.
Cuando Holden ve mi auto, parece que sus ojos se iluminan y corre hacia el. Al ver como tiene la intención de subirse en el asiento del conductor, me apresuro a llegar al coche.
—No, no, no, no, no, no y no— le advierto poniéndome delante de la puerta del conductor, evitando que él se suba —Tu no tocas mi auto—.
—¿Por qué? — se queja haciendo un triste puchero y lo miro incrédula.
—¿Por qué? ¿Acaso no recuerdas porque no tienes auto? — le pregunto con un tono sarcástico, sin moverme de donde estaba.
—Ya te dije que yo no había visto ese árbol— se justifica y yo solo ruedo los ojos —¡Deja el pasado atrás, mujer! —.
—Deja tú el pasado atrás si quieres, pero mi auto no te dejo conducirlo ni en tus sueños. No me arriesgaré a que tenga la misma suerte que el tuyo— le aseguro, recordando que mal quedó su auto después de haberlo chocado con un árbol por conducir ebrio y no irse caminando como Lance, Rai y yo.
No, jamás dejaré que conduzca mi auto. Al menos no dentro de los próximos años. Tal vez cuando madure, pues lo considere.
— ¿Quieren dejar de discutir y subirse de una buena vez por todas? — cuestiona Rai con un tono cansado desde el asiento de atrás.
La miro confundida, ni siquiera me había dado cuenta cuando se subió.
Suspiramos y yo me subo en el lado del conductor mientras Holden se sienta a mi lado. Me coloco el cinturón y pongo en marcha el auto. En el camino, nos dedicamos a hablar de tonterías hasta que llegamos a la plaza. Estacioné el auto, los tres nos bajamos y entramos a la plaza.
Yo miré a Holden en cuanto entramos, él me miro y entendió que tenía que hacer. Se puso al otro lado de Rai y ella quedo en medio de los dos. Cada vez que veníamos hacíamos lo mismo, dejándola en el medio y sin posibilidad de que se detenga en cada tienda que pasábamos. Después de que la primera vez que vinimos los tres, ella nos hizo recorrer la plaza entera, la ponemos en el medio para que no pueda ver ninguna o detenerse a comprar algo. No estoy dispuesta a durar cuatro horas comprando de nuevo.
Caminamos hasta llegar al cine de la plaza. Miramos las películas que había en la cartelera y todas parecían ser muy malas. Al final elegimos una que se llamaba 'Hit and run'. Compramos los boletos y fuimos a comprar las palomitas. Entramos a la sala y nos sentamos, ya que la película estaba empezando.
Después de una hora, puedo decir que la película no era realmente mala. De hecho, era bastante buena y estábamos muy concentrados viéndola y comiendo palomitas. Cuando terminó, decidimos ir a comer unos helados. Los compramos y nos sentamos en una de las mesas que había en el lugar. Mientras Holden y Rai hablaban de quién sabe qué, yo en cambio, estaba prestándole atención a dos niños jugando en uno de los columpios que había cerca de donde yo estaba y eran empujados por su padre.
Me quedé mirándolos y de repente un recuerdo vino a mi mente. Un recuerdo de mi padre, con mi hermano y yo, cuando éramos pequeños. Nosotros solíamos venir al parque y correr por todos lados, mientras mi padre corría detrás de nosotros. Y cuando nos alcanzaba, nos agarraba por la cintura y nos ponía en sus hombros mientras nosotros gritábamos divertidos. Se ponía a correr y a dar vueltas con nosotros en sus hombros. Gritábamos y reíamos a más no poder, hasta que terminábamos tirados en el suelo, exhaustos y felices.
Sentí como mis ojos se humedecían ante el recuerdo y una sonrisa de nostalgia se dibujó en mi rostro. Holden y Rai voltearon a verme, ya que llevaba mucho tiempo callada, y sus miradas reflejaban preocupación.
—Oye, miniatura ¿Estás bien? — me preguntó sosteniendo mi mano.
Sacudí mi cabeza y suspiré, esbozando una sonrisa.
—Si, estoy bien— les aseguré. Ellos me miraron no muy convencidos, pero no insistieron más.
Terminamos de comer y nos dirigimos a la salida. Ellos estaban un poco más adelante discutiendo sobre algo, mientras yo admiraba la decoración de la plaza y a las personas. Hasta que una persona en particular llamó mi atención.
—¿Pero qué...— murmuro confundida, pensando que tal vez era otra persona.
Pero no, era Zeth Mikhail. De la mano con una niña pequeña.
Caminaban entre la multitud y él le sonreía dulcemente, haciéndole ver... agradable. Diferente al chico petulante que había conocido hoy.
—Oye, Em. ¿Qué haces, no vienes? —me llama Holden, sacándome de mi trance, dándome cuenta de que me había detenido y ellos habían avanzado bastante.
—Si, ya voy...— respondo y volteo a ver otra vez a la multitud, sin rastro de él. ¿Será que lo habré imaginado?
Tal vez me confundí. No parece de los chicos que se llevan bien con los niños.
Corro un poco para alcanzar a los chicos y terminamos de salir de la plaza, para dirigirnos devuelta a su casa.
—Oye, Em ¿Has hablado con Nathan últimamente? — me preguntó Rai. Al escuchar el nombre de mi hermano, sentí algo de nostalgia, ya que tenía mucho tiempo sin hablar con él. Y sin verlo, aún más.
—No, hace como un mes que no hablamos— le respondí sin ocultar el tono triste en mi voz.
—Extraño a ese tonto— confiesa Holden, después de unos minutos.
—Yo también— le secundó Rai, algo triste.
—Todos lo extrañamos, chicos— coincido, sin poder evitar suspirar pesadamente.
La verdad es que sí, lo extraño más que nadie. Ha pasado ya más de un año, desde la última vez que estuvo aquí, y parece que eso fue hace tanto tiempo. Decidí dejar esos pensamientos y concentrarme mejor en la carretera. Llegué a la casa de Holden y Rai, me despedí de ellos y me fui a la mía argumentando que estaba cansada, no sin antes recibir una mirada interrogativa de parte de Holden.
Se que mañana me va a molestar todo el día para que le diga que me pasaba en la heladería y de camino a su casa, pero ahora mismo lo único que quiero es dormir. Ya he tenido demasiadas emociones por el día de hoy y lo único que quiero es descansar. De seguro voy a estar sola, ya que lo más probable es que mi madre no esté en casa.
Cuando al fin llegué a mi casa, estacioné el auto, me bajé y me dirigí a la entrada. Entre y cerré la puerta detrás de mí, pero cuando iba a subir las escaleras, vi que la luz de la sala estaba encendida y se escuchaba el sonido del televisor. Eso me extrañó, ya que mi madre no llegaba hasta dentro de un rato, si es que no se iba directamente a su viaje.
—Mamá, ¿eres tú? — pregunté alzando la voz para que me escuchara.
Pero la voz que escuché a continuación me dejó helada.