Capítulo 8: Curiosidad - La razón de mi cercanía.

—Oye, Em. Despierta— escucho la voz de Nathan llamándome a lo lejos, interrumpiendo mi sueño. Me quejo adormilada y creo que le digo que me de 5 minutos más, mientras me acomodo para seguir durmiendo. Dios, tengo tanto sueño —Bien, pero ya son las 8 de la mañana. Solo para que sepas—.

—Si, está bien...— murmuro entre sueños. Aun puedo dormir un poco más, solo... ¡Espera! —¡¿Las 8?! Tengo una clase a las 9— me despierto en seguida y corro deprisa hacia mi habitación.

—¡Prepararé el desayuno! — escucho a Nathan gritar desde la planta baja.

Me doy una ducha rápida y le escribo a Rai para avisarle que no podre pasar a recogerla, no creo que el tiempo me alcance. Voy directo a mi vestidor y me pongo lo primero que veo. Un suéter blanco, vaqueros azules, botas altas negras y listo. Todo en 20 minutos. Recojo mi cabello en una coleta rápidamente, dejando algunos mechones por fuera, y me coloco un poco de maquillaje. Tomo mi chaqueta y mi bolso, antes de bajar deprisa las escaleras.

—Come un poco, aún tenemos algo de tiempo— asegura Nathan en cuanto entro a la cocina. Veo que ya se había cambiado y estaba terminando de desayunar.

—No quiero llegar tarde y terminar sentándome junto a alguien que no me agrada— protesto pensando en Zeth y lo molesto que sería si terminara sentándome junto a él, luego de su escena de ayer.

No, sin duda no me apetece eso.

—Unos minutos no harán mucha diferencia. Anda, siéntate y come algo— razona y aunque quisiera protestar, me siento porque si tengo un poco de hambre. Me como unas tostadas y un poco de fruta, antes de darle unos pocos sorbos a mi café.

—Umm, listo. Vámonos, ya se nos hace tarde— digo terminando con el último bocado de mi desayuno para luego salir de prisa con Nathan detrás de mí.

Nos subimos a mi auto y me dirigí a la universidad lo más rápido que pude. Cuando llegamos, aparqué el auto en el estacionamiento y salimos de prisa hacia el edificio principal.

—Adiós, pequeña. Iré a completar algunos formularios de la universidad y a ver al entrenador antes de elegir mis clases— besa mi frente dándome un pequeño abrazo.

—Nos vemos luego, llámame si necesitas algo— me despido con una sonrisa y prácticamente me voy corriendo hacia mi primera clase. La clase del profesor Robbins. La que, hasta ahora para mi alegría, es la única que comparto con Zeth.

Luego de caminar por más de diez minutos, finalmente llego al salón donde es la clase. Me dirijo hacia mi asiento, donde junto a este, ya se encontraba Sam sentada. Tomo asiento, exhausta por la larga caminata, y dejo caer mi cabeza hacia atrás para recuperar el aliento. ¿Por qué este salón debía estar del otro lado de la universidad?

—¿Estás bien? — pregunta Sam preocupada.

—Si, estoy bien, solo he caminado demasiado. ¿Sabes lo lejos que queda este salón de la entrada? —me quejo sorprendida haciéndola reír.

—Si, creo que debí mencionarte eso ayer. Pero si llegas temprano, no tendrás que correr por la universidad para llegar a tiempo— me aconseja con una sonrisa divertida.

—Si, muy graciosa— respondo sarcásticamente y lo único que ocasiona, es que ella se riera aún más contagiándome también de su risa.

—Lo siento, tenía que decir...— se detiene a media frase al notar algo detrás de mí. Parece eclipsada por alguien.

—¿Sam? — la llamo agitando mi mano en frente de su rostro para que reaccione.

¡Ni siquiera parpadea!

Lo único que hace es mirar detrás de mí.

Volteo para ver lo que la dejo sin palabras y me sorprendo un poco al ver a Holden entrando a la clase. Ni siquiera sabía que teníamos la misma clase. Parece que me nota, ya que sonríe y empieza a caminar hacia mí, acaparando algunas miradas en el camino.

Otra cosa que no había mencionado es que, Holden, era increíblemente guapo. Alto, atlético, cabello castaño ondulado, de ojos verdes y una sonrisa de lado, que parecía enloquecer a las chicas. Atributos de los cuales yo era inmune, al conocerlo desde que tengo uso de razón.

Pero al parecer no es el caso de Sam, que parece iluminada por alguna especie de Dios divino. Tal vez cuando lo conozca mejor, se le pase. Holden es un adorador de chicas irremediable. En otras palabras: No tiene relaciones serias. Y Sam parece una chica realmente dulce. No el tipo usual que Holden suele frecuentar.

—Hola miniatura— sonríe socarronamente cuando llega junto a mí.

Le doy una mala mirada, sabe que odio que me diga así en público. Sobre todo, porque yo no era pequeña, él era demasiado alto.

—Ya te he dicho que no me llames así. ¿Y tú desde cuando tienes esta clase? — pregunto con curiosidad.

—Desde siempre. Al parecer también debí venir ayer— responde restándole importancia y luego cruza sus brazos sobre su pecho —¿Sabes que descubrí cuando venía de camino a esta clase? Hay un chico idéntico a tu hermano estudiando aquí. Qué coincidencia, ¿no? — pregunta sarcásticamente, lanzándome una mirada de reproche.

—Que locura— respondo fingiendo sorpresa y él me mira con seriedad, tomando asiento en uno de los lugares de al lado —Esta bien, llegó anoche. Se suponía que iba a ser una sorpresa para ustedes— argumento y él levanta una ceja.

—Claro, claro. Que pésimos amigos tengo. Está en la ciudad y ni se molesta en avisar. Pero así son las personas, solo con el tiempo los conoces realmente— dramatiza y no puedo evitar mirarlo con diversión.

—No seas dramático. Ni siquiera yo lo sabía. Tremenda sorpresa me llevé anoche cuando llegué a mi casa— aseguro y él agita su mano hacia mí.

—Excusas, excusas— dice fingiendo indiferencia, haciéndome reír. Sé que seguramente se alegró de verlo después de tanto tiempo —Oye ¿Y quién es tu amiga? — cambia de tema mientras mira a Sam con interés. Volteo para ver a Sam, que hasta ahora seguía sin decir una palabra desde que vio a Holden, y noto que sus mejillas están sonrojadas mientras disimuladamente lo miraba con curiosidad.

—Ella es Samantha— la presento y codeo su costado para que salga de su ensoñación.

—Oh... hola— murmura con algo de timidez y como si eso fuera posible, se sonroja aún más cuando Holden sonríe hacia ella. Nunca imaginé que Sam seria así de tímida con un chico.

—Encantado, Sam. ¿Puedo decirte así, no? Soy Holden— le corresponde con gentileza, usando esa encantadora sonrisa que le he visto dar cuando alguien le interesa.

Supongo que mas allá de si Sam sea su tipo o no, parece haber captado su interés. Eso lo puedo percibir. 

—Si, está bien—responde con la misma timidez, evitando su mirada. Su reacción parece causar algún efecto en él, ya que la mira con una mezcla de ternura y diversión.

Para la suerte de Sam, el profesor entra dando los buenos días y pidiéndole a todos que tomen asiento. La pobre chica parecía que iba a entrar en ebullición de lo sonrojada que estaba.

—Ya basta. Déjala tranquila— acuso a Holden en voz baja y golpeo suavemente su hombro para que deje de mirarla.

—¿Qué? Es linda— susurra divertido, pero aparta su mirada a regañadientes.

Espero que en serio no esté interesado en ella. Es mi mejor amigo, pero lo conozco. Él nunca se queda para ofrecer más cuando las cosas se ponen serias. Y Sam parece una chica tan agradable y linda, realmente creo que podríamos ser buenas amigas. No quisiera que ninguno se hicieran daño.

—Ya puedes respirar— le susurro a Sam divertida y ella pone las manos en sus mejillas, avergonzada.

—Oh Dios, que tonta me vi— murmura consternada y yo me rio.

—Claro que no, no te preocupes por eso— le aseguro sonriéndole con amabilidad y ella asiente tímidamente, aun intentando ocultar la rojez de sus mejillas.

El profesor empezó con la clase, mientras todos lo escuchaban atentamente. Hablaba de los temas que veríamos durante el semestre, cuando la puerta se abrió de repente, interrumpiéndolo. Casi por inercia, todas las miradas se posaron en el recién llegado.

—Sr. Mikhail, llega tarde. De nuevo— lo reprende mirándolo con severidad y por un segundo, parece que Zeth se avergüenza un poco. Que sorpresa.

—Lo sé, lo siento— se disculpa recuperando su habitual actitud despreocupada.

El profesor suspira y continua donde se había quedado. Zeth se adentra en la clase y busca rápidamente con la mirada un lugar vacío. Sonríe hacia mí y yo enarco una ceja, entendiendo su sonrisa petulante cuando se acerca a donde estoy. Al parecer el universo conspira en mi contra, ya que nuevamente, el único asiento vacío es el que estaba detrás de mí. Estoy segura de que esto debía ser alguna especie de karma. Tal vez me está cobrando la broma que le hice a Holden hace poco.

Ignorando cuando pasa junto a mí, continúo tomando notas de lo que el profesor decía. Estoy tan inmersa en mis notas, que me sobresalto un poco al sentir una cálida respiración cerca de mí.

—Hola cariño— me susurra lo suficientemente cerca para que pueda escucharlo. Cierro los ojos y respiro lentamente. Si lo ignoro, en algún momento se cansará. No debes caer en sus provocaciones, Emma —Es de mala educación no saludar a las personas ¿Lo sabias? — menciona jocosamente y podría jurar que tiene esa arrogante sonrisa mientras lo dice.

—Déjame tranquila— murmuro malhumorada, sin quitar la vista del profesor.

—¿Por qué? Quiero preguntarte algo— susurra otra vez, protestando.

Al ver que el profesor había empezado a escribir algunas cosas en el pizarrón, volteo deprisa, dispuesta a confrontarlo. Pero me sorprendo al encontrarme con sus ojos tan cerca. Mi corazón empieza a latir con fuerza, debido a la inesperada cercanía de su rostro con el mío. Me alejo rápidamente, temiendo que pudiera escuchar mis latidos y poniendo algo de distancia entre los dos, lo que parece divertirle.

—¿Qué sucede contigo? Tú y yo no somos amigos— murmuro enojada y veo como su arrogante sonrisa se agranda un poco más. Me mira fijamente por unos segundos, sin decir nada, y yo enarco una ceja, esperando una respuesta.

—Curiosidad— es su única respuesta mientras inclina ligeramente su cabeza hacia un lado, sin ocultar su diversión.

—Claro, eso lo explica todo— respondo sarcásticamente provocándole una ligera risa.

—Pero en realidad si tengo una pregunta— me asegura y lo miro esperando a que continúe —¿Me prestas tus notas? Siento que eres del tipo que toma notas de todo— murmura haciéndome fruncir el ceño.

—¿Y por qué yo te prestaría mis notas? — pregunto incrédula sin comprender su petición. ¿Por qué me pediría algo a mí? ¿Y porque cree que yo se las prestaría? Ni si quiera lo tolero.

—¿Siempre tienes que saber el porqué de todo? — responde con otra pregunta enarcando una ceja.

—Estoy muy segura de que cualquier otra persona te las presta...—

—Disculpe, Srta. Horan ¿Tiene algo que compartir con la clase? — interrumpe el profesor y podría jurar que siento todas las miradas sobre mí.

Me volteo rápidamente, enderezándome en mi asiento, y veo como el profesor me mira expectante, debido a la conversación que mantenía con el idiota detrás de mi mientras él daba su clase.

—No, nada. Lo siento— me disculpo sintiendo como mi rostro se calienta debido a la vergüenza y miro mis notas, deseando desaparecer. O tal vez que el idiota de Zeth desapareciera. Ambas opciones serian bienvenidas.

El profesor continuo con su clase y yo continúo escribiendo mis notas en silencio, esta vez con demasiada fuerza y murmurando maldiciones a mi indeseado compañero de atrás.

Creo que Zeth me dice algo, pero no me tomo la molestia de prestarle atención, sintiéndome bastante malhumorada.

Este será un semestre muy largo.