Cuando llegamos a casa, ya todos estaban ahí, reunidos en la sala. Nathan, Holden y Lance discutían por cual película deberían poner, que por lo que veía, no estaban llegando a nada. En medio de la discusión, vi a Holden lanzarle una mirada rápida a Sam, como si quisiera decir algo, pero decidiera callarlo. En cuanto a Rachel y Sam, parecían emocionadas hablando de algo que miraban en sus celulares.
—¡Al fin! Pensé que se habían perdido en el camino— exclama Nathan al notar nuestra presencia.
—No seas exagerado, tampoco tarde tanto—.
—No, solamente una eternidad— bromea con jocosidad y mira las bolsas que yo y Zeth cargábamos —Te llamé varias veces. ¿Si pudiste comprar las botanas, Zeth? — pregunta y antes de que Zeth pueda decir algo, me adelanto.
—Si, aquí están. Al igual que compramos algunas golosinas. Todo está aquí— respondo rápidamente y él asiente, volviendo a su conflicto con Holden y Lance, que habían aprovechado su distracción para poner una película de terror.
Era mejor no contarle lo que sucedió. Si lo hacía, probablemente se preocuparía muchísimo y arruinaría la noche. Zeth me lanza una mirada interrogante, pero no dice nada, sorpresivamente decidiendo guardar mi secreto. Lo cual agradezco.
Holden, al perder su batalla con mi hermano, quien había puesto una película de acción, se levantó del sofá en el que estaba y me ayudo con las bolsas diciendo que lo prepararía. Zeth se sentó junto a mi hermano y yo seguí a Holden a la cocina para ayudarlo, dando por finalizada nuestra interacción de hoy. Después de todo, para nuestros amigos, Zeth y yo no éramos capaces de estar en el mismo espacio sin discutir. Y parece que ambos, de forma silenciosa, habíamos decidido volver a nuestra normalidad.
La noche paso de forma ligera y agradable. Pedimos pizza, conversamos y criticamos la película de forma divertida, haciendo el momento ameno y reconfortante. Holden había logrado su objetivo, ya que el peso de aquel triste día parecía haber quedado en el olvido. En un momento de la película, en el que todos parecían estar inmersos, volteo en medio de un bostezo y noto la mirada de Sam fija en otro lugar que definitivamente no era la televisión. Sigo la dirección de sus ojos, notando que terminaban en Holden. Parecía mirarlo fascinada en la oscuridad, como algo que querías, pero sabias que no tendrías.
—Oye, ¿Me acompañas a la cocina? Quiero hacer más palomitas— le susurro inclinándome a su dirección y ella rápidamente aparta la mirada de su fruto prohibido, asintiendo hacia mí.
Sonrío con diversión y nos levantamos, dirigiéndonos a la cocina. Camino hacia el microondas y entro un paquete de palomitas, antes de voltearme hacia ella sin perder la sonrisa.
—Si sigues mirándolo así, él se dará cuenta— le aconsejo y ella me mira sorprendida, sus mejillas empezando a sonrojarse.
—¿Mirar a quién? —pregunta fingiendo estar confundida, haciéndome reír.
—Te gusta Holden— afirmo con obviedad, sin molestarme en preguntar. Era demasiado claro que le gustaba.
En el par de meses que habían pasado desde que se conocieron, Holden había decidido dejar a un lado la atracción que había sentido por Sam, tratándola como a una amiga, al ella volverse parte de nuestro grupo. Por lo que eso significaba, que Sam era testigo de sus salidas casuales que a menudo lo veíamos tener con diversas chicas. Lo cual, aunque intentara ocultarlo, la entristecía.
—Yo... solo lo estaba viendo. No significa que me guste— se justifica y yo la miro incrédula, ya que claramente era una mentira. Suspira con resignación y se sienta en una de las sillas del desayunador, luciendo mortificada —Está bien, si me gusta. Me gusta demasiado. Es que... simplemente no puedo evitarlo. Por más que lo intento, es como si un imán me atrajera hacia él— confiesa con cierta angustia y yo le sonrío con empatía. Saco las palomitas ya listas del microondas y las vierto en un recipiente, para luego sentarme junto a ella.
—Tranquila, no te estoy juzgando. No tengo derecho a decirte quien debe gustarte y quien no— presiono mi mano sobre la suya, sonriendo con amabilidad y entendimiento —Pero como amiga, debo decirte que solo terminaras haciéndote daño. No está mal desear algo, pero siempre y cuando ese deseo no termine causándote dolor— le aconsejo y ella suspira pesadamente, sus grandes ojos reflejando el conflicto y la tristeza que sentía.
—Lo sé, sé que debe dejar de gustarme. Verlo con una chica diferente todo el tiempo, realmente está empezando a afectarme. Y no es justo que solo sea yo la que siente algo— responde con tristeza y le doy un pequeño apretón a su mano bajo la mía, intentando consolarla.
Quisiera contradecirla y decirle que, sus sentimientos no son del todo no correspondidos. Que a veces Holden, cuando creía que nadie lo veía, al igual que ella, la miraba con cierto anhelo reprimido. Que en realidad si parecía gustarle mucho, aunque a mí no me correspondía decírselo, cuando ni siquiera él era capaz de aceptarlo para sí mismo. Ambos eran mis amigos, pero me sentía en medio de algo que, si no tenían cuidado, podría salir realmente mal para los dos.
Conozco a Holden por tanto tiempo, crecí a su lado, que creo que a veces lo conozco mejor de lo que él se conoce a sí mismo. Detrás de toda esa fachada confiada, segura y conquistadora, había un niño que había pasado por el caótico divorcio de sus padres. Un niño que aún seguía en la esquina de su habitación, llorando y sintiéndose mal, sin saber cómo decirle a su madre lo que había visto de su padre. Uno que, a temprana edad, descubrió por su cuenta que las personas engañaban y mentían sin consideración o remordimiento alguno, sin importarles cuanto daño dejaban a su paso. Uno que se prometió que jamás seria como su padre, aun si eso significaba estar solo.
Por eso, aunque creyera que era absurdo que él viviera de esa manera, reprimiendo sus verdaderos deseos, no podía hacer nada para cambiar su fuerte idea de porque no tendría una relación verdadera jamás. Tampoco yo era el mejor ejemplo para contradecirlo, no cuando yo también vivía reprimiendo muchas cosas.
—Desearía decirte que solo le dieras tiempo, pero no puedo. Lo amo y lo conozco, es una buena persona en realidad. Pero hay cosas... con las que él mismo debe lidiar. Sé que lo último que desea, es hacerte daño por sus propios temores. Por eso prefiere dar un paso atrás— le cuento, en un intento de que esa pequeña explicación sea suficiente —Pero tú no tienes por qué esperar a que ese cambio suceda. Eres increíble y desearía que él pueda verlo pronto, pero eso no depende de ti. Créeme que sé que intentar y esperar a que alguien cambie, a veces solo hace que te pierdes a ti misma— aseguro sintiendo cierta amargura en mis palabras, recordando que una vez intente hacer lo mismo y de lo mucho que me arrepentí.
—Lo sé, gracias por decírmelo— me sonríe apreciando mi sinceridad y yo le devuelvo la sonrisa.
—Vamos, volvamos a la sala— la animo tomándola del brazo y con el otro sosteniendo el tazón de palomitas.
Sam me lanzó una mirada agradecida, y yo le devolví una sonrisa cómplice. A veces, ser amiga de alguien significa no solo escuchar, sino también cargar un poco de su peso, aunque sea solo por un rato. Al llegar con los chicos, notamos que la película se había acabado y habían encendido las luces. Parecían estar abriendo algún juego de mesa, supongo que aún no estaban cansados.
—¿Zeth se fue? — inquiero con cierta curiosidad, sentándome de vuelta en el sofá, notando que ya no estaba en su lugar. No pensé que hubiésemos durado tanto en la cocina.
—Se tuvo que ir. Recibió una llamada y se despidió de nosotros, parecía que era algo importante— responde Nathan distraídamente mientras organiza lo que parece ser un juego de monopolio.
—Ah...ya veo — respondo con cierto tono de... ¿Decepción?, mientras llevo algunas palomitas a mi boca. No sabría decir porque mi voz sonó de esa forma.
Holden lo nota y me mira con diversión.
—¿Qué pasa? ¿Te gustaría que estuviera aquí? Hubiera pensado que eso te alegraría— bromea con un tono juguetón, provocando que me atragantara con las palomitas debido a su suposición.
—No, para nada. No me importaría si no regresara— aclaro con indiferencia, aunque en el fondo ya no estaba segura si me seguía molestando tanto su presencia como antes.
—Ya decía yo que era demasiada preocupación hacia él de su parte— murmura Rachel hacia su hermano mientras él asiente con complicidad, dándole la razón, como si yo no estuviera escuchándolos. Yo ruedo los ojos y les arrojo unas cuentas palomitas para que dejen de molestar, haciéndolos reír.
Nathan nos interrumpe con un golpe suave en la mesa. —¿Van a seguir con su charla o vamos a jugar? — pregunta alzando una ceja, claramente fingiendo estar molesto.
—Prepárate para ser derrotado— le afirma Rai, sentándose a su lado mientras recogía su cabello, como si se preparara para una larga batalla. Nathan le sonríe divertido, pero podía notar que la miraba con cierta calidez por su arrebato.
—¿Ah, sí? Bueno, espero que seas buena perdedora— contraataca Nathan sin perder su sonrisa torcida, colocando su ficha en el tablero.
—No te preocupes, Sam. Nosotros no somos tan competidores como ellos— le asegura Holden con una sonrisa confiada, al ver como Sam miraba a aquellos dos, que se tomaban el juego con seriedad.
Cuando finalmente el juego comienza, la sala se llena de risas, acusaciones de trampas y comentarios exagerados de Holden que hacen que Rachel le arroje un cojín. Por primera vez en días, me doy cuenta de que estoy realmente disfrutando el momento, y el peso de todo lo demás parece desvanecerse.
Mientras las risas llenaban la sala, no pude evitar sonreír.
Tal vez no necesitaba que todo estuviera bien para disfrutar de un momento como este.
A veces, con las personas correctas, los días difíciles no parecían tan pesados.