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LUNA – Capítulo 2: Lo Que Las Paredes Recuerdan 

La noche anterior había dejado un sabor a metal en la boca de Nathaly. "¿Encontraste lo que buscabas?" La pregunta de Emma resonaba en su cráneo mientras vertía café en su taza favorita —la que Emma odiaba—, una vieja taza de cerámica astillada que compró en Oaxaca durante un viaje que nunca existió.

El consultorio olía a desinfectante. Su primera paciente del día, Clara, una joven con uñas mordidas y un historial de ataques de pánico, se retorcía en el sillón.

—Soñé que alguien entraba a mi apartamento y movía mis cosas —susurró Clara, los ojos vidriosos—. Nada robado, solo… alterado.

Nathaly inclinó la cabeza, pero su mente estaba en el correo de Emma. "Ella sospecha." ¿De qué? ¿De sus incursiones como Luna? ¿O de algo más?

— ¿Tienes cámaras en casa? —preguntó Nathaly, trazando círculos en su cuaderno.

—No —Clara se encogió—. Pero ayer encontré esto.

Extendió una tarjeta de visita: "Diana Torres – Galería de Arte Silencio Visible".

Nathaly casi rompe la pluma.

La Galería (¿Trampa o coincidencia?)

La galería de Diana era un loft industrial blanco en Tribeca, paredes manchadas de sombras proyectadas por esculturas de vidrio roto. Nathaly entró como Luna, pero con una meta distinta: no seducir, sino cazar.

Diana —cabello rojo corto, traje pantalón negro— hablaba con un cliente cuando sus ojos se clavaron en Nathaly. Un reconocimiento instantáneo.

—¿Te interesa el arte que duele? —preguntó Diana, acercándose. Olía a jazmín y pimienta negra, igual que el perfume que Emma usaba los fines de semana.

—Solo busco verdades —respondió Nathaly, pasando un dedo sobre una escultura titulada "La Amante Invisible".

Diana río, bajando la voz:

—Emma siempre dijo que eras predecible.

El aire se espesó. Nathaly forzó una sonrisa mientras Diana deslizaba algo en su bolsillo: una llave de hotel. "Suite 214, The Ludlow. Esta noche".

Jaque a la Reina (Emma juega su carta)

El departamento estaba oscuro cuando Nathaly regresó. Emma, ​​sentada en el comedor con un vino tinto y el contrato de Diana en sus manos, alzó la mirada.

— ¿Silencio visible? —leyó en voz alta—. Qué nombre tan dramático para una galería que lava dinero.

Nathaly quedó inmóvil. ¿Cómo sabía dónde había estado?

—Diana es mi cliente —continuó Emma, ​​bebiendo un trago—. Su exsocio la está demandando. Yo la defendiendo.

—Y los correos? ¿Las fotos? —Nathaly no pudo contenerse.

Emma se levantó, acercándose hasta que el aliento de ambas se mezcló:

—Los guardé para que los encontraras. Quería ver cuánto tardabas en mameluco.

La llave del Ludlow ardía en el bolsillo de Nathaly.

Final de Cliffhanger: ¿Quién controla el juego?

En el baño, Nathaly abrió el Instagram de Clara. La última publicación: una selfie frente a la galería de Diana, etiquetando a @EmmaWatsonLegal con el texto: "Gracias por la recomendación 💋".

La pantalla se apagó. En el reflejo, Nathaly vio a Emma en el umbral, sosteniendo la taza de Oaxaca.

—Por cierto —dijo Emma, ​​dejándola caer al suelo—, esta siempre me pareció falsa.

La cerámica estalló en mil pedazos, como la línea entre realidad y manipulación.