Un Camino Difícil
El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando Lucas y sus padres regresaron a casa. La ceremonia había terminado, pero su mente aún estaba atrapada en lo que había sucedido.
Sostuvo el paraguas negro entre sus manos, girándolo de un lado a otro. No tenía filo, ni parecía especialmente resistente. Si lo usaba para golpear a alguien, probablemente se rompería antes que hacer daño.
—¿Cómo se supone que esto es un Ego? —murmuró.
La emoción inicial del despertar había pasado, y ahora lo único que sentía era confusión. En la plaza, había visto a otros niños obtener espadas, lanzas, arcos… armas poderosas con un propósito claro. En cambio, él tenía un paraguas.
Sin embargo, había algo extraño en él. Cuando lo sostuvo por primera vez, sintió el peso de su propio cuerpo aumentar, como si el suelo intentara tragárselo. Y cuando cerró el paraguas, la presión desapareció de inmediato.
—Mi atributo es Gravedad… —susurró.
Pero, ¿cómo se suponía que debía usarlo en combate?
El sueño de sus padres
Cuando llegaron a casa, su madre preparó una cena especial. Su padre, normalmente serio y reservado, tenía una sonrisa en el rostro.
—Lucas, lo que hiciste hoy fue increíble —dijo su madre, sirviéndole un trozo de carne.
—Pero… mi Ego es un paraguas.
Su padre dejó el tenedor sobre la mesa y cruzó los brazos.
—Hijo, el Ego no define tu destino. Es tu esfuerzo lo que importa.
Lucas bajó la mirada.
—Pero los demás niños tienen armas increíbles. Yo solo tengo esto…
Su madre extendió la mano y le acarició el cabello.
—Lo que importa no es el arma, sino cómo la usas.
Su padre asintió.
—Lucas, tú tienes algo que nosotros nunca tuvimos: una oportunidad real.
Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.
—Tu madre y yo nunca pudimos subir de nivel. No porque no quisiéramos, sino porque no teníamos recursos. Nuestra única opción fue aceptar nuestro destino en el Nivel Azul.
Lucas apretó los puños.
El Nivel Azul era el segundo más bajo en la escala de poder. Arriba de él estaban el Verde, Amarillo, Naranja, Rojo, Violeta, Índigo y el legendario Cian. Su padre había intentado subir, pero sin entrenadores, sin materiales y sin técnicas adecuadas, su progreso se estancó.
—Ahorramos todo lo que pudimos para que tú pudieras estudiar en una Academia de Magia y Ego.
Su madre le sonrió con cariño.
—Si trabajas duro, podrás subir de nivel. No queremos que termines como nosotros.
Lucas miró el paraguas a su lado.
Podía quejarse todo lo que quisiera, pero la verdad era que tenía algo que sus padres nunca tuvieron: una oportunidad.
Y no iba a desaprovecharla.
La primera prueba
Esa noche, Lucas se quedó despierto, observando su Ego.
Había algo extraño en él. Aunque parecía un paraguas común, la sensación de peso que generaba cuando lo sostenía era real.
Decidió hacer una prueba. Se levantó de la cama y salió al patio trasero.
Abrió el paraguas. Nada sucedió.
Lo cerró con un chasquido.
¡BOOM!
El suelo bajo sus pies tembló. Se tambaleó hacia atrás y cayó de espaldas.
—¡¿Qué…?!
Se puso de pie rápidamente. El suelo tenía una ligera hendidura, como si algo invisible hubiera presionado con fuerza.
—Así que el poder de la Gravedad… ¿se activa cuando abro y cierro el paraguas?
Era una teoría extraña, pero tenía sentido.
Intentó de nuevo.
Sostuvo el paraguas con ambas manos y lo abrió lentamente. Esta vez, en lugar de sentirse más pesado, notó que sus pies se levantaban ligeramente del suelo.
—¡¿Puedo… flotar?!
Su corazón latió con fuerza. No estaba seguro de cómo, pero su Ego podía manipular la gravedad a su alrededor.
Si aprendía a controlarlo, podría volar… ¡o incluso hacer que otros fueran aplastados por su propio peso!
Por primera vez desde la ceremonia, sonrió.
Tal vez su Ego no era un error después de todo.
El camino a la academia
A la mañana siguiente, sus padres lo despertaron temprano. Era el día en que partiría hacia la Academia de Magia y Ego de Vermillion, una de las más prestigiosas del reino.
Su padre le entregó una pequeña bolsa con dinero.
—No es mucho, pero con esto podrás comprar lo necesario cuando llegues.
Lucas asintió.
Su madre lo abrazó con fuerza.
—Estamos orgullosos de ti.
Subió al carruaje que lo llevaría a la academia. Mientras el pueblo desaparecía en la distancia, sintió una mezcla de emoción y nervios.
No sabía qué le esperaba en la academia.
Solo sabía una cosa:
No dejaría que nadie lo subestimara.