Incertidumbre y miedo

El viento helado de la madrugada le golpeó el rostro en cuanto sus pies tocaron el asfalto. Paloma respiró hondo, llenando sus pulmones con el aire de la libertad que tanto había ansiado. Pero su escape apenas comenzaba. "Manantiales de Santa María" quedaba atrás, pero los peligros apenas se asomaban en el horizonte.

Sus piernas temblaban, pero no se detuvo. Sabía que no tenía tiempo para recuperar el aliento. Conocía el protocolo de seguridad del psiquiátrico: en cuestión de minutos descubrirían la ausencia de Elena y sonarían las alarmas. Tenía que desaparecer antes de que eso ocurriera.

Se encaminó por la carretera, manteniéndose en la sombra de los árboles que flanqueaban el camino. Su uniforme de enfermera la hacía demasiado visible, así que debía encontrar ropa nueva cuanto antes. A lo lejos, divisó las luces de una pequeña estación de servicio. Un lugar arriesgado, pero su única oportunidad.

Se acercó con cautela, asegurándose de no llamar la atención. A través del ventanal vio a un hombre mayor atendiendo la caja registradora y a un camionero tomando café en la barra. En un costado, junto a los baños, colgaba una chaqueta olvidada. Miró a su alrededor, el corazón latiéndole con fuerza. Si era rápida, nadie la notaría.

Con pasos firmes, pero silenciosos, entró en el baño y se quitó el uniforme. Se lavó el rostro en el lavabo y se recogió el cabello en un moño desordenado. Cuando salió, tomó la chaqueta y se la puso encima del uniforme. La tela le quedaba grande, pero le daba el anonimato que necesitaba.

Con la chaqueta cubriendo su uniforme, Paloma se sentía un poco más segura. Se acercó a la barra, fingiendo indiferencia, y pidió un café. El camionero la miró con curiosidad, pero no dijo nada. Paloma bebió el café lentamente, observando el lugar. Necesitaba dinero y un medio de transporte.

En la parte trasera de la estación de servicio, vio una camioneta vieja. Era una oportunidad arriesgada, pero no tenía otra opción. Esperó a que el camionero saliera al baño y el hombre de la caja se distrajo con una llamada telefónica. Entonces, con la agilidad de una sombra, salió corriendo, saltó abriendo el maletero de la camioneta y se metió dentro esperando que el conductor quien sea que fuese llegará y pusiera en marcha la camioneta.

De repente escucho pasos acercándose a la camioneta y una pareja joven discutiendo. Paloma estaba en posición fetal dentro de la cajuela del la camioneta, se puso la mano sobre boca y se percató de que tenía las manos frías así que las metió suavemente dentro de los bolsillos de la chaqueta , con su tacto pudo percibir algo sus parecía papeles , algo parecido a una llave y un anillo.

Paloma contuvo la respiración, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. La discusión de la pareja resonaba en el aire frío de la madrugada, sus voces cargadas de tensión y resentimiento. No podía entender sus palabras, pero el tono era inconfundible.

Con cuidado, se movió dentro del maletero, tratando de encontrar una posición más cómoda. La oscuridad era absoluta, el espacio reducido, el olor a gasolina y a polvo pesado en el aire. Sus manos, frías y entumecidas, se aferraron a los bolsillos de la chaqueta, buscando algo que le diera una pista sobre los dueños de la camioneta.

Los papeles se sentían ásperos y arrugados, una mezcla entre billetes, recibos y La llave era metálica y fría, con un llavero de cuero desgastado. El anillo, sin embargo, era diferente. Una banda de oro lisa, con una inscripción grabada en el interior. Paloma, con la yema de los dedos, intentó descifrar las letras, pero la oscuridad se lo impidió.

La discusión de la pareja se intensificó, sus voces elevándose en un crescendo de ira. Paloma se tensó, preparándose para lo peor. Si la descubrían, su escape terminaría abruptamente.

De repente, las puertas tanto la del conductor como la del copiloto se abrieron y se cerraron con un golpe seco. El motor rugió y la camioneta se puso en movimiento. Paloma se aferró a la pared del maletero, tratando de mantener el equilibrio mientras el vehículo se alejaba a toda velocidad.

El viaje fue un torbellino de sacudidas y giros. Paloma, encerrada en la oscuridad, se preguntó a dónde la llevaban. ¿Eran una pareja de criminales? ¿O simplemente dos personas atrapadas en una relación tóxica? No importaba. Ella era una fugitiva, una polizón en su propio escape.

Después de horas de viaje vigilia y micro sueños interrumpids por los sobresaltos de la carrera, la camioneta se detuvo. Paloma escuchó las puertas abrirse y cerrarse, las voces de la pareja amortiguadas por el metal del maletero. Esperó, conteniendo la respiración, hasta que el silencio volvió a reinar.