Capítulo 3: Primer día, primeros choques

El sol apenas había comenzado a colarse entre los altos edificios de Busan cuando Lee Jisoo se paró frente a la entrada principal de Kang Corporations. Traje sencillo, pelo ordenado, una carpeta en mano y el corazón latiéndole tan fuerte que sentía que cualquiera podía escucharlo.

Entró con pasos medidos, como si cada baldosa pudiera activarse si pisaba mal. En recepción, una mujer de rostro amable le sonrió apenas:

—Asistente del presidente Kang, ¿cierto? Piso 38. Ascensor privado al fondo.

Jisoo asintió y agradeció con una reverencia. Subió solo. El ascensor subía tan rápido como su ansiedad.

Cuando llegó, una joven le abrió la puerta antes de que pudiera tocar.

—Soy Yuna. Secretaria general del presidente. A partir de hoy, trabajaremos cerca. Él aún no llegó, así que vení, te muestro tu espacio.

La oficina era elegante y sobria. Todo era gris, negro, mármol y vidrio. Pero había algo cálido, casi imperceptible, en cómo la luz entraba por la enorme ventana. Su escritorio estaba justo afuera de la oficina principal de Min-jun.

—Cuando llegue, te va a llamar. No te pongas nervioso. Bueno, sí, un poco sí —dijo Yuna con una sonrisa traviesa—. Es frío, pero no es cruel. Aunque… nunca le vi sonreír.

Jisoo asintió, sin saber qué decir. Apenas se sentó, la puerta se abrió.

Entró Kang Min-jun.

Traje negro perfectamente entallado, una carpeta bajo el brazo, y la misma expresión que intimidaba a cualquiera: seria, impasible, completamente Alfa.

—Lee Jisoo.

—Sí, señor.

—A mi oficina. Ahora.

Jisoo se levantó de inmediato. El Alfa ya había entrado. Lo siguió, cerrando la puerta tras de sí con cuidado.

—Tengo reuniones toda la mañana. Quiero que tomes nota, me traigas café cuando lo indique, y no intervengas a menos que te lo pida. ¿Entendido?

—Entendido, señor.

—¿Recordás lo que dijiste en la entrevista?

—¿Cuál parte?

—"Sé mantener los límites". Espero que no haya sido solo una frase bonita.

Jisoo tragó saliva. —No lo fue.

Min-jun no dijo nada más. Solo lo miró, otra vez con esa intensidad que parecía ver más de lo que mostraba.

Pasaron las horas. Reuniones. Café. Silencios. Jisoo hacía todo con precisión, pero no podía evitar sentir que Min-jun lo observaba cada vez que él desviaba la mirada. Como si lo estuviera midiendo. Analizando.

Al terminar la jornada, Min-jun salió de su oficina y se detuvo frente a él.

—Buen trabajo.

Jisoo lo miró sorprendido. No esperaba esa frase.

—Gracias, señor.

—Hasta mañana. Puntual. Y no olvides que en esta empresa… los errores no se repiten.

Jisoo asintió, inclinándose ligeramente. Cuando el Alfa se alejó, Yuna apareció por detrás.

—¿Sobreviviste?

—Creo que sí…

—Bueno, si hoy no te despidió, ya es un récord.

Jisoo rió bajito. Y por primera vez desde que entró por esa puerta, sintió que… tal vez, solo tal vez, podía pertenecer ahí.

Desde su auto, Min-jun observaba el edificio por el retrovisor. Sus dedos tamborileaban contra el volante.

Los ojos de ese Omega… no eran comunes.