Capítulo 5: Febril

El clima en Busan cambió de repente. Lluvias, viento, y un frío que se metía por los huesos.

Jisoo llegó a la empresa empapado, con la ropa pegada al cuerpo y una tos que intentaba disimular.

—¿Estás bien? —preguntó Yuna, notando su cara pálida.

—Sí… solo un poco de frío. No es nada.

Min-jun lo observó desde su oficina. No dijo nada. No se movió. Solo lo miró durante un segundo más de lo necesario.

La jornada fue dura. Jisoo cometió dos errores en los documentos que debía enviar a unos clientes. Pequeños, pero Min-jun lo notó.

—Te estás distrayendo —dijo con dureza.

—Lo siento… estoy bien, de verdad.

Pero no estaba bien. Y a media tarde, mientras revisaba unos papeles en el depósito, Jisoo se desplomó. Su cuerpo dijo basta.

Un grito de una empleada alertó a todos.

Min-jun llegó primero. Se agachó. Tocó la frente de Jisoo.

Ardía.

—¿¡Por qué no dijiste nada!? —su voz se quebró apenas, como si por un momento hubiera olvidado que no debía importar.

—No… no quería perder el trabajo… —murmuró Jisoo, apenas consciente.

Min-jun cargó su cuerpo sin pedir ayuda, lo llevó al auto y lo llevó a su departamento. Un lujo minimalista, blanco, silencioso. Todo lo opuesto al cuerpo tembloroso de Jisoo en su sillón.

Le puso un paño frío en la frente. Le preparó un té de jengibre.

Jisoo lo miraba entre sueños, sin saber si lo que vivía era real.

—¿Por qué… hace esto? —preguntó con la voz rota.

Min-jun lo miró, serio.

—Porque estoy cansado de ver gente que se rompe para complacer a los demás.

Jisoo cerró los ojos. Un calor distinto lo recorrió.

No por la fiebre.

Por lo que sintió en esa respuesta.

A la mañana siguiente, Jisoo despertó en una habitación que no era la suya, arropado, con un frasco de medicina en la mesa de luz y un mensaje en el celular:

 "Te tomaste el día. No se discute."

Min-jun.

Ese hombre frío.

Ese Alfa imposible.

Ese jefe… que poco a poco, estaba derrumbando cada una de sus barreras.

Jisoo se sentó en la cama, el sol entrando por la ventana. Su corazón, en silencio, daba señales que su mente aún no entendía.

Pero ya no había marcha atrás.

Algo estaba comenzando.