Capítulo 1 — El sol en su primer año

PARTE 2.

Un año.

Doce lunas y doce amaneceres más, y aún parecía ayer cuando el primer llanto rompió el silencio.

La casa que antes parecía demasiado grande ahora vivía en desorden encantador: juguetes de colores, mantitas con bordes mordidos, y una pequeña silla de madera con forma de osito esperaban en el rincón más iluminado del living.

Min-jun acomodaba globos en las paredes mientras Jisoo se debatía entre cuál torta elegir en la pantalla del celular.

—¿La de zanahoria con nuez o la de chocolate? —preguntó, levantando una ceja.

—La de chocolate —respondió Min-jun sin pensarlo, mirando a Min-ji, que estaba sentado en su corral, masticando con entusiasmo la oreja de un peluche.

—¿Y si es alérgico al chocolate?

—No es para él, es para nosotros —rió el Alfa mientras lo miraba con ternura.

Min-ji ya no era un bebé frágil envuelto en mantas. Tenía cachetes que pedían besos constantes, unos ojitos brillantes que parecían entender más de lo que decían, y una risa contagiosa que desarmaba cualquier día gris.

El primer cumpleaños llegó como un suspiro.

Decoraron con globos celestes, guirnaldas con estrellitas y un cartel casero hecho por Jisoo que decía:

"Nuestro sol cumple un año".

Cuando le acercaron la torta con una velita tímida en el centro, Min-ji no entendía qué pasaba, pero aplaudía igual, riéndose al ver a sus padres emocionados.

—Vamos, pedí un deseo, hijo —susurró Jisoo, sosteniéndolo en brazos.

Min-jun, al lado, le acariciaba la cabecita como si pudiera protegerlo del mundo entero.

Min-ji estiró una manito y tocó la llama.

—¡Eh! —dijeron los dos al mismo tiempo, y soplaron por él.

Una risa estalló en el ambiente, pura, cálida.

Al día siguiente, lo inesperado.

Min-ji estaba en el suelo con un juguete entre manos. Se apoyó en un cojín, tambaleó, se enderezó.

Y… dio un paso.

Solo uno.

Luego cayó de culo, pero el paso fue claro.

—¡Dio un paso! ¡Min-jun, lo viste? —gritó Jisoo con la voz temblorosa.

—¡Sí! ¡Dios mío, lo vi!

Ambos se acercaron de rodillas, como si el suelo se hubiera convertido en el escenario de un milagro.

Min-ji los miró, alzó sus manitos, y soltó algo que sonó como:

—Paaa… pi…

—¿Dijo "papi"? —preguntó Min-jun, con lágrimas en los ojos.

—¿O dijo "pipí"? —soltó Jisoo, frunciendo el ceño mientras reía.

—¡O los dos! ¡Quizás tiene ganas de ir al baño con su papá!

Rieron, lloraron y terminaron abrazados los tres en el suelo, riendo como si el mundo acabara de empezar.

Y para ellos, sí.

El mundo apenas comenzaba.