El zumbido agudo del dron se convirtió en un chillido penetrante mientras descendía en picado hacia ellas, su única luz roja brillando como el ojo de un insecto depredador. Era pequeño, ágil y claramente no estaba allí para observar. Tenía pequeños apéndices bajo su cuerpo que podrían ser armas o herramientas de sujeción.
"¡Agárrate fuerte!", gritó Elara a Maya, aunque la niña ya estaba aferrada a ella con todas sus fuerzas.
No había dónde esconderse. Estaban expuestas en la pared vertical, colgando del cable. Elara intentó aumentar la velocidad del descenso, dejando que el cable se deslizara más rápido entre sus manos enguantadas, quemando a través del material protector, pero el dron era mucho más rápido.
Se detuvo a unos cinco metros por encima de ellas, flotando con una estabilidad inquietante. Una voz metálica, similar a la del robot de seguridad pero más aguda, emanó del dron: Sujetos identificados. Cese el descenso inmediatamente. Regrese al tejado o se aplicará fuerza no letal.
Elara ignoró la orden. Soltó más cable, descendiendo lo más rápido que se atrevía. El dron emitió un sonido de carga, y uno de sus apéndices se extendió, apuntando hacia ellas.
No podía esquivar y controlar el descenso al mismo tiempo. Su única opción era intentar neutralizar el dron desde su posición precaria. Soltó una mano del cable principal (un movimiento increíblemente arriesgado que hizo que se balancearan peligrosamente) y sacó la pistola PPS que Jax le había dado.
Apuntar mientras se balanceaba y controlaba el descenso con una sola mano era casi imposible. El dron se movía erráticamente, dificultando aún más el disparo. Disparó una vez. El proyectil subsónico perforante pasó silbando inofensivamente junto al dron.
El dron respondió. Disparó una pequeña descarga eléctrica, un arco azulado que crepitó en el aire y golpeó el cable justo por encima de la mano de Elara. Sintió una sacudida recorrer el cable y su brazo, haciendo que sus músculos se contrajeran involuntariamente. Casi pierde el agarre.
Fuerza no letal aplicada. Cese el descenso. Esta es su última advertencia, repitió la voz metálica.
Elara apretó los dientes. Necesitaba derribarlo, ahora. Miró sus 7 PS restantes. Insuficientes para cualquier habilidad significativa. Miró a Maya, que sollozaba de miedo pegada a su espalda. Y entonces, recordó la interferencia que la niña había causado al robot de seguridad.
"Maya," dijo Elara, su voz tensa por el esfuerzo y la adrenalina. "¿Puedes... puedes hacer eso otra vez? La energía... ¡Intenta enfadarla contra el dron!"
Maya negó con la cabeza contra su espalda, aterrorizada. "No... no puedo controlarlo..."
"¡Solo inténtalo!", insistió Elara, mientras el dron preparaba otra descarga. "¡Piensa en cómo te tenían encerrada! ¡En cómo te llamaban 'espécimen'!"
Quizás fueron las palabras, o el miedo extremo, o la proximidad del dron amenazante. Maya soltó un pequeño grito ahogado, y Elara sintió de nuevo esa extraña vibración, esa energía crepitante surgiendo de la niña. No fue una explosión, sino una oleada de interferencia estática pura.
El dron se tambaleó en el aire. Su luz roja parpadeó. Sus movimientos se volvieron erráticos. La energía de Maya estaba afectando sus sistemas.
¡Ahora!
Aprovechando la momentánea confusión del dron, Elara levantó la PPS de nuevo. Esta vez, se tomó una fracción de segundo extra para apuntar, compensando el balanceo. Disparó.
El proyectil impactó en el cuerpo central del dron con un chasquido metálico. No explotó, pero el impacto fue suficiente. El dron giró fuera de control, echando humo, y se precipitó hacia el suelo, estrellándose contra los escombros con un golpe sordo.
Silencio, excepto por el viento y el latido acelerado de sus propios corazones.
"Lo... lo hiciste," jadeó Elara, reanudando el descenso lo más rápido posible.
Llegaron a los últimos metros del cable justo cuando éste se terminaba. Quedaban unos tres metros hasta el suelo, una caída manejable en gravedad normal, pero peligrosa aquí. No había tiempo para delicadezas. Se soltaron, aterrizando con un fuerte impacto sobre un montón de basura y maleza que amortiguó ligeramente la caída.
Se pusieron en pie doloridas, mirando hacia arriba. No vieron más drones por el momento, pero sabían que el primero habría enviado una alerta. Tenían que desaparecer, rápido.
Se adentraron en el laberinto de ruinas industriales que rodeaban el complejo, buscando la dirección general donde Elara había dejado el deslizador. Se movían agachadas, de cobertura en cobertura, Elara constantemente escaneando los alrededores, Maya siguiéndola de cerca, todavía temblando pero ahora con una mirada de determinación asustada en sus ojos.
Finalmente, llegaron al tanque de almacenamiento volcado. El deslizador estaba allí, intacto. Entraron rápidamente, Elara arrancando el motor silencioso mientras aseguraba a Maya en el asiento del copiloto.
Salió del escondite y aceleró por los caminos secundarios rotos, alejándose del complejo tan rápido como se atrevía sin llamar demasiado la atención. Solo cuando estuvieron de nuevo en la relativa seguridad (un término muy relativo en el Sector Kappa) de la carretera secundaria principal, Elara permitió que la tensión disminuyera un poco.
Habían salido. Habían rescatado a Maya.
Miró a la niña a su lado. Maya la miraba de vuelta, sus grandes ojos llenos de preguntas sin respuesta.
"Gracias," susurró Maya.
"De nada," respondió Elara, su voz todavía áspera por la adrenalina. "Ahora tenemos que llevarte a un lugar seguro."
El problema era que Elara ya no estaba segura de dónde podría estar ese lugar. Ni para Maya, ni para ella misma. Acababan de patear el avispero de Grado Cero de una manera muy, muy grande.
Fin del Capítulo 39.