—Claro. ¿Puedes decirme cuál es tu regalo ahora?
—... —Ella hizo una pausa en su puchero mientras levantaba lentamente la mirada hacia mis ojos tímidamente, con las mejillas sonrojadas.
—Mi primera vez...
«No podía creer las palabras que salieron de sus labios rosados», pensé. Ayame es la chica que he estado tratando fervientemente de conquistar desde el día 2 de mi transmigración. Todavía recuerdo vívidamente cuando solo estaba perdiendo el tiempo, yendo al distrito de esclavos solo por diversión, ya que sabía que no tenía fondos para comprar a nadie además de viejos lisiados inútiles.
Sin embargo, como suerte o quizás el destino si queremos ser un poco más dramáticos, esta encantadora mujer tenía un contrato único que le permitía rechazar a los posibles compradores, reduciendo drásticamente su precio en el proceso.