Tensión

—¡Oye, tú! —gritó Radgar, su voz resonando por toda la habitación—. Tienes mucho valor para irrumpir aquí así.

El viajero no respondió. Simplemente alzó la mano para rascar al gato detrás de las orejas, sus movimientos lentos y deliberados, como si no hubiera escuchado a Radgar en absoluto.

Los ojos de Radgar se entrecerraron, y los hombres en su mesa intercambiaron miradas inquietas. Greta podía sentir la tensión aumentando nuevamente, la habitación al borde de algo peligroso.

Pero el viajero permaneció imperturbable, su silencio y quietud de alguna manera más inquietantes que cualquier palabra que pudiera haber dicho. El gato ronroneaba suavemente, con los ojos entrecerrados mientras disfrutaba de la atención, completamente ajeno a la tormenta que se avecinaba a su alrededor.