Pequeña Charla

—Bueno... Es amable de tu parte decirlo, pero no quiero abusar de tu hospitalidad. Además, ya no tengo nada más que hacer aquí. Me voy.

Los ojos de Valeria se entrecerraron mientras escuchaba. Así que él se iba de la ciudad. Eso significaba que había terminado con cualquier asunto que lo hubiera traído aquí en primer lugar—probablemente el problema de los bandidos. Había venido y se había encargado del líder bandido Korvan, y ahora era libre de ir a donde quisiera.

Tristemente, ella no era tan libre.

Valeria empujó la puerta de la posada para abrirla, la pesada madera crujiendo ligeramente mientras entraba. No tenía deseos de escuchar más de la despreocupada charla de Lucavion, y el recordatorio de que él era libre de irse mientras ella permanecía atrapada en esta situación solo empeoraba más su humor. El peso de sus responsabilidades la oprimía, haciéndola sentir como si arrastrara los pies.