En el momento en que Lucavion pronunció el nombre Susurro Envuelto, toda la posada cayó en un silencio inquietante. Las conversaciones cesaron, y todos los ojos se volvieron hacia ellos, con expresiones que fluctuaban entre la sorpresa, la sospecha e incluso un atisbo de miedo. El cambio en la atmósfera fue tan rápido como absoluto, los antes rudos murmullos fueron reemplazados por una tensión casi palpable que flotaba densa en el aire.
Valeria miró a su alrededor, tratando de dar sentido al repentino cambio, pero el nombre le era desconocido. Susurro Envuelto—las palabras sonaban ominosas, envueltas en un secreto que parecía ondular por cada rincón de la habitación. Fuera lo que fuese, no era un nombre que hubiera escuchado antes, y sintió un incómodo hormigueo en su columna. Era como si Lucavion hubiera pronunciado un código que ella no entendía, una invitación a un mundo al que no pertenecía.