Visita (2)

El fuego crepitaba suavemente, proyectando un resplandor cálido y desigual por la habitación mientras Valeria se movía en su asiento, dirigiendo lentamente su mirada hacia Lucavion. Odiaba la preocupación que le carcomía el corazón, pero las palabras escaparon de sus labios antes de que pudiera detenerlas.

—¿Cómo está tu cuerpo? —preguntó, con un tono medido, aunque un rastro de genuina curiosidad suavizaba su filo.

Lucavion se estiró perezosamente, con los brazos detrás de la cabeza. Su sonrisa burlona reapareció.

—Está bien, todo gracias a nuestra querida sanadora. Señorita... eh, ¿cuál era su nombre? En realidad, nunca lo supe —se rió—. Pero hizo un gran trabajo. La mayoría del dolor se ha ido, aunque mi núcleo todavía está un poco inestable—necesita un día o dos, supongo.

Valeria asintió, frunciendo ligeramente el ceño.

—Deberías haberme dicho si estabas en ese estado. Luchar en esa condición podría haber sido imprudente.