Nada

Me recosté contra el cabecero, mientras el suave zumbido de las linternas imbuidas de maná de la habitación llenaba el silencio. El tenue parpadeo de la luz se reflejaba en las paredes de piedra pulida, proyectando largas sombras danzantes. Mi cuerpo dolía levemente por las secuelas del combate, pero nada comparado con el agotamiento mental de los eventos de hoy. La presencia de Vitaliara se agitó en mi mente, una sensación aguda pero familiar, su tono cortando inmediatamente la quietud.

—¿Cosas locas, dijiste? —su voz resonó, impregnada de curiosidad y un toque de reproche—. Sé que tu definición de "locura" tiende a dejar daños colaterales. ¿Te importaría elaborar?

Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios mientras miraba al techo, trazando patrones invisibles en la piedra lisa.

—¿Daños colaterales? Me hieres, Vitaliara. ¿Cuándo se han desviado mis planes?

—¿Quieres la lista completa alfabéticamente o cronológicamente? —replicó ella, con un tono seco pero burlón.