Entiendo tu espada

La respiración de Varen se entrecortó cuando las palabras de Lucavion atravesaron la tormenta caótica de llamas a su alrededor.

—El fuego puede ser seguro cuando está controlado —dijo Lucavion, con voz firme pero teñida de ese enloquecedor toque de irreverencia—. Pero eso no es para lo que sirve el fuego.

Algo cambió.

Varen lo sintió—no solo el peso opresivo de las llamas negras de Lucavion, sino algo más profundo, más insidioso. Era como si los tentáculos caóticos de esas llamas hubieran atravesado el calor de la batalla, sobrepasando sus defensas, y se hubieran enroscado alrededor de los pensamientos que había enterrado durante tanto tiempo.

«¿Qué es esto?», se preguntó, apretando más el agarre de su espada magna. Siempre había estado seguro de su camino, de la disciplina que le había inculcado la Secta de la Llama Plateada. El control era su fortaleza. El control era su escudo.