En ese momento, cuando la lucha estaba en curso, Lucavion también observaba a Elara por el rabillo del ojo.
Como la mayoría de los monstruos de las oleadas iniciales eran más bien débiles, pudo superar fácilmente cualquiera de estas situaciones sin muchos errores.
Se había posicionado deliberadamente, asegurándose de tener una vista clara de sus movimientos, sus hechizos y las decisiones que tomaba en combate. Después de todo, observarla era una de las razones por las que había elegido la cuarta estación.
Y mientras la escaramuza se desarrollaba, las cosas evolucionaron tal como él había esperado.
La habilidad de Elara era evidente: su control sobre la magia de hielo era preciso, sus conjuros rápidos y su presencia en el campo de batalla firme. La escarcha cristalina que se formaba a sus pies, la eficacia letal de sus hechizos y la forma en que se adaptaba al flujo del combate hablaban de su entrenamiento y talento.