La segunda oleada golpeó más fuerte y más rápido, con los monstruos avanzando con ferocidad renovada. Elara se mantuvo firme en la plataforma helada, su bastón brillando mientras desataba una serie de hechizos de hielo. Cedric y los otros aventureros formaron una línea protectora a su alrededor, sus espadas y escudos destellando en la tenue luz. Su coordinación permitió a Elara concentrarse en causar daño, sus hechizos golpeando con precisión y eficiencia.
Su confianza crecía con cada lanzamiento. Podía sentir cómo se adaptaba al ritmo caótico del campo de batalla, donde su atención tenía que cambiar constantemente entre los monstruos, sus aliados y el terreno helado bajo sus pies. Cada movimiento se sentía más deliberado, sus instintos agudizándose con cada encuentro.