La cámara estaba cargada de tensión, el peso de las revelaciones se cernía sobre ellos como una tormenta opresiva. El Duque Thaddeus, con los dedos aún formando un campanario, exhaló por la nariz, su mirada firme mientras observaba a Eryndor.
—¿Dónde está ese Luca ahora?
Esperaba una respuesta que condujera a una investigación—una manera de convocar al espadachín, para interrogarlo directamente. Pero en el momento en que Eryndor dudó, Thaddeus supo que algo andaba mal.
La mandíbula del caballero se tensó, y sus manos se cerraron a sus costados. Cuando finalmente habló, su voz era baja, casi reticente.
—Fue tragado por el vórtice, Su Gracia.
Silencio.
Los dedos de Thaddeus dejaron de tamborilear. Una pausa lenta y pesada se instaló en la habitación mientras las palabras calaban hondo.
—...¿Tragado? —Su voz permaneció firme, pero había una nueva agudeza debajo, algo penetrante y punzante.
Eryndor asintió. Su garganta se movió al tragar. —Sí, Su Gracia.