Forastero

El mundo de Aeliana se había derrumbado en dolor, pero esto —esto era peor.

La agonía que desgarraba su cuerpo era insoportable, pero la traición —la traición—, eso era lo que hacía hervir su sangre, lo que la hacía querer arañarlo, gritar, luchar.

Y aun así, Luca solo observaba.

Silencioso.

Imperturbable.

Impasible.

Su respiración salía en jadeos irregulares y entrecortados, las venas malditas en sus brazos pulsando como si estuvieran vivas. Se obligó a levantar la mirada hacia él, con la visión borrosa, su odio ardiendo a través de la neblina.

—Tú... —Su voz era ronca, áspera. Sus dedos se curvaron débilmente contra el suelo, temblando de furia.

Sus labios temblaron, las palabras quebrándose entre jadeos de dolor.

—Tú... bastardo...

Luca no se inmutó. No reaccionó.

—Me usaste.

Su cuerpo se convulsionó violentamente, pero se obligó a levantarse, aunque fuera solo un centímetro. Aunque cada nervio de su cuerpo le gritara que se derrumbara.