Pérdida (2)

—Fue tu culpa.

Elara apretó los puños, presionándolos contra sus rodillas mientras se inclinaba hacia adelante. La tenue luz de las velas parpadeaba en su habitación, proyectando inquietas sombras contra las paredes de madera.

«Si hubiera sido más fuerte... Si hubiera intentado con más ahínco... Si no me hubiera permitido flaquear ni por un segundo...»

El pensamiento la carcomía, agudo e implacable. Había pasado los últimos cinco años abriéndose camino hacia la fuerza, construyéndose desde la nada. Los años después de su exilio habían sido brutales—sobreviviendo con sobras, trabajando en cualquier empleo que pudiera encontrar solo para seguir adelante. Y entonces, su maestro la había acogido. Bajo su tutela, se había empujado más allá de límites que nunca creyó posibles.

Todo había sido con un propósito.

Venganza.