En Tokio moderno, la magia gobierna. Los no-magos sobreviven entre ruinas y zonas olvidadas. Allí, Kael encontró su destino.
En un calabozo subterráneo, halló un esqueleto antiguo. Entre sus restos, una caja con runas olvidadas y un libro con las ubicaciones de siete piedras legendarias. Excepto la séptima. El paradero de esa última estaba perdido.
Las pistolas estaban allí: oscuras, dormidas. Se despertaron al tocar las manos de Kael. Eran armas vivientes, destinadas al "Vacío". A él.
Apareció entonces El Recolector, un espectro de huesos envuelto en sombras, guardián de la primera piedra: Varkel, la que otorga núcleo a los Vacíos. Su voz era como cristales rotos:
—Tú… no deberías existir…
La batalla fue brutal. Disparos, magia prohibida, esquivas. El Recolector distorsionaba la oscuridad. Kael, sin magia, usó su instinto, su precisión, su experiencia como Víctor. Cayó sobre el enemigo, disparó al cráneo. Varkel fue suya.
El libro tembló. Las piedras resonaron:
Varkel – Núcleo de los Vacíos (Obtenida)
Eltaris – Maná infinito para el alma (Obtenida)
Nostrium – Alteración temporal de la realidad (Obtenida)
Ruval – Dolor convertido en energía espiritual (Mongolia)
Zarneth – Absorción temporal de hechizos (Kioto)
Akhator – Vínculo espiritual compartido (En manos de un grupo terrorista)
Iskra – El Juicio Final. Ubicación desconocida.