La noche había caído sobre la cabaña, y el viento soplaba con un murmullo constante entre los árboles. Kael estaba sentado cerca de la chimenea, revisando el mapa que brillaba tenuemente bajo la luz de una lámpara mágica. Saira, en silencio, preparaba una infusión con hierbas locales.
De pronto, un estruendo quebró la calma: una de las ventanas explotó en fragmentos, lanzando cristales al interior. Un hombre se alzó en el umbral, con una botella de whisky en su mano derecha y un aura violenta de maná desbordando de su palma izquierda.
—Sal, niña noble —gruñó, con voz rasposa—. Te he estado buscando. Alguien como tú se venderá tan bien en el mercado azul de esclavos... pagarán una fortuna. Seré indulgente contigo si no te resistes.
Kael se puso de pie lentamente, los ojos fijos en el recién llegado.
—¿Y tú quién eres, joven alcohólico? —preguntó con frialdad.
Saira entrecerró los ojos, sorprendida.
—¿Joven? Pero si es más viejo que nosotros…
Kael se limitó a suspirar.
El hombre soltó una carcajada ronca, tambaleándose ligeramente.
—Vaya, así que la noble princesa trajo a un hombre a su cabaña. Supongo que ya has madurado, eh…
—¡No es lo que piensas! —gritó Saira, el rostro rojo como una llama—. ¡Él y yo no somos nada!
Kael no respondió. Solo dio un paso adelante y extendió una mano para apartar suavemente a Saira detrás de él.
—Oye, "joven"... Si te vas tranquilo, no te atacaremos.
El desconocido soltó una carcajada burlesca. El whisky se derramó sobre el suelo de madera.
—¿Dejarme tranquilo? Qué consideración… Pero no vine solo.
De las sombras emergieron cinco figuras más, encapuchadas y armadas. Dos portaban lanzas encantadas, otras dos blandidas cuchillas curvas, y el último llevaba un tomo mágico cuyas páginas flotaban sin necesidad de manos.
—Somos cazadores de personas —dijo uno con voz metálica—. Y tú, noble, eres una joya rara. El mercado azul sabrá pagar bien…
Saira apretó los dientes, retrocediendo hasta una pared. Sus dedos comenzaron a cargar un sello defensivo.
Kael ya había desenfundado a Nocturne y Alba. Las pistolas brillaban con un tono tenue, como si reconocieran la amenaza.
—Así que eligieron pelear —murmuró Kael, apuntando—. Mala elección.
Uno de los cazadores se lanzó primero, directo hacia él. Kael se movió con precisión quirúrgica: un disparo a la pierna, otro al hombro. El hombre cayó sin emitir un solo hechizo.
Los otros reaccionaron rápido, dispersándose. Uno intentó atacar desde el techo, otro buscó rodear por la derecha. Kael rodó hacia el centro de la habitación, disparando contra las lámparas mágicas para cubrirse con la oscuridad. Solo quedaba el fulgor violeta de sus balas mágicas.
Saira no se quedó quieta. Extendió un campo de energía en la entrada, bloqueando a dos de los cazadores con una barrera prismática.
—¡Kael, el del libro está conjurando algo grande! —gritó.
Kael giró y disparó directo al libro flotante. Las balas encantadas rasgaron el tomo, desestabilizando el hechizo. Un grito desgarrador surgió del mago mientras una onda mágica descontrolada lo arrojaba contra una pared.
El "hombre alcohólico" miró la escena con incredulidad. Tragó saliva.
—¿Qué clase de no mago eres tú…?
—Uno que no tiene tiempo para cazadores baratos.
Kael disparó sin titubeo. Esta vez apuntó al hombro armado del líder. La botella cayó al suelo, hecha trizas. El hombre rugió de furia, cargando una lanza improvisada de fuego.
Saira gritó:
—¡Atrás!
La barrera estalló, envolviendo la habitación en una onda defensiva. Kael usó el impulso para lanzarse por encima de un enemigo derribado, disparando en el aire como si ejecutara una danza mortal. Dos enemigos más cayeron.
Al final, solo quedaba el líder, jadeando, herido y con el maná ardiéndole los ojos.
—Ustedes... no saben con quién se metieron…
Kael se acercó, pistola en mano.
—Tal vez. Pero tú tampoco.
Y con un último disparo, lo dejó inconsciente.
El silencio volvió a la cabaña. El fuego temblaba en la chimenea, lanzando sombras al techo. Saira se apoyó contra la pared, respirando agitada.
—Eso… fue demasiado cerca.
Kael revisaba las armas de los enemigos, asegurándose de que no llevaran más trampas o cristales mágicos ocultos.
—Tenemos que movernos. Si esos eran solo una avanzada, podrían haber más.
Saira asintió.
—Hay un lugar más profundo en el bosque, una segunda cabaña... escondida. Solo mi familia la conoce.
Kael guardó el mapa y sus armas.
—Entonces vamos. Mañana buscaré la piedra. Pero esta noche... estaremos en guardia.
Y así, bajo la luz de una luna temblorosa, abandonaron la cabaña rota, sin saber que desde las montañas lejanas, otros ojos ya se habían fijado en Kael.
Continuará...