Capítulo 14 : Caminos sin retorno

La segunda cabaña estaba más apartada, con la madera carcomida por el tiempo y un aire pesado rodeándola. El cielo nublado apenas dejaba ver la luna. Kael sostenía a Kergel, el hombre borracho, colgado sobre su hombro derecho como si no pesara nada. Saira caminaba detrás, aún molesta.

—¿Por qué lo trajiste con nosotros? —preguntó, frunciendo el ceño.

Kael no se detuvo al responder:

—Tengo asuntos con él. Necesito información.

Llegaron al porche de la cabaña. Las ventanas estaban cubiertas por cortinas viejas, y todo el lugar parecía deshabitado. Kael pateó la puerta suavemente. Al no recibir respuesta, empujó y entró. Lo depositó en una silla de madera, atándolo con una cuerda vieja que encontró dentro.

—¿Quién vive aquí? —preguntó, mirando de reojo a Saira.

Ella dudó un segundo antes de contestar:

—Es la segunda familia. Eran conocidos nuestros... trabajaron para mi padre hace años. No sabía que seguían aquí.

Kael asintió sin decir nada y se agachó frente a Kergel. Le dio una bofetada leve, solo para despertarlo.

—Despierta. No he terminado contigo.

El hombre abrió los ojos de golpe, temblando.

—¡Por favor, no me mates!

—Aún no —dijo Kael con frialdad—. Necesito saber dónde queda el mercado azul.

Kergel empezó a sudar. Bajó la mirada, tragando saliva.

—No puedo… si lo hago, me matarán. Ellos controlan todo.

Kael no dijo nada. Solo sacó a Nocturne, una de sus pistolas, y la apoyó contra la boca de Kergel.

—Entonces lo haré yo.

El hombre lloriqueó.

—¡Está bien! ¡Está bien! Te llevaré, ¡pero no me mates! Mi nombre es Kergel, trabajo para uno de los intermediarios…

—No me importa tu nombre —cortó Kael, guardando el arma.

Saira observaba en silencio, pero había tensión en su mirada. No reconocía ese lado de Kael, y al mismo tiempo, algo en él le resultaba familiar… como si hubiera visto esa oscuridad antes.

—¿De verdad piensas ir al mercado azul? —preguntó ella.

—Sí. Tengo un asunto que atender. Tú quédate aquí.

—No. —Saira cruzó los brazos—. Conozco el terreno. Y no confiaré en que tú y este imbécil regresen solos.

Kael suspiró, dándose por vencido.

—Haz lo que quieras.

Ella lo observó por un momento y luego sonrió levemente.

—No creí que fueras tan bondadoso… ¿Vas a salvar a esas personas, cierto?

Kael se quedó en silencio un momento.

—Sí. Ellos merecen ser libres. Sé lo que se siente estar encerrado… en un lugar donde no perteneces.

Kergel murmuró algo inaudible, pero Kael no prestó atención. Reafirmó la correa de su pistola. Aunque aún no había recuperado la magia como un mago común, la Piedra de Varkel —la primera que obtuvo— le otorgaba un núcleo. Gracias a ella, podía infundir maná en sus armas sin necesidad de proyectiles.

—Nos vamos en cuanto el sol comience a caer —dijo Kael, mirando hacia la puerta.

—¿Y si es una trampa? —preguntó Saira.

—Entonces la destruyo —respondió él con voz seca.

Desde el bosque, más allá del terreno de la segunda cabaña, unos ojos los observaban desde la distancia. Y aunque Kael no lo sabía todavía, el camino al mercado azul no sería solo una misión de rescate.

Sería una confrontación con fantasmas de su pasado.

Continuará...