Capítulo 17 : Máscaras en la Oscuridad: El Mercado Azul

Un silencio incómodo flotaba en el aire mientras Kael, Saira y Kergel avanzaban por uno de los tantos callejones oscuros de la ciudad sumergida donde se encontraba el Mercado Azul. Bajo sus capas y máscaras, sus presencias se diluían entre las de otros visitantes del siniestro lugar.

Kael, con el rostro oculto por una máscara de lobo negro, murmuró:

—Kergel… ¿cómo funciona exactamente el sistema de esclavos aquí?

Kergel, que también llevaba una máscara, esta de cuero desgastado y cuernos falsos de demonio, respondió en voz baja mientras miraba a su alrededor, cuidándose de no levantar sospechas.

—Todo es por subasta. El "producto", como lo llaman, es expuesto en la tarima… el mejor postor gana. Pero no se lo llevan enseguida. Deben esperar a que la subasta de la noche termine. Luego los sellos se trasladan y se hace la entrega.

Kael apretó los puños. Su voz fue apenas un susurro, cargado de furia contenida.

—¿Sellos?

—Sí… —asintió Kergel—. Sellos mágicos. Se colocan en sus pechos o nucas. Les impiden escapar o usar magia si la tienen. Solo pueden ser rotos por el mago que los inscribió o con objetos legendarios… como piedras rúnicas.

Kael asintió y murmuró:

—Entonces… ahí iniciaremos la misión.

Kergel giró hacia él con una mirada atónita tras su máscara.

—¿Estás loco? ¿Tienes idea de cuántos mercenarios, nobles, y magos hay aquí? Además, hay guardianes mágicos. Somos solo tres personas…

Kael lo interrumpió, su tono seguro y firme.

—No importa. Saira está conmigo.

Saira, que caminaba al lado de Kael con una máscara blanca de mariposa, se giró de golpe. Su voz salió un poco aguda, titubeante.

—¡¿Eh?! N-No tienes que alagarme así de repente…

—No es un halago —respondió Kael con seriedad—. Es un hecho.

Ella bajó un poco la mirada, sonrojada.

—Tch… idiota —susurró, apenas audible, antes de seguir caminando a su lado.

Kael miró de reojo a Kergel.

—Tú mantente fuera. No confío en ti.

Kergel alzó las manos como rindiéndose.

—Tranquilo, tranquilo. Solo vine porque me obligaste. No tengo intenciones suicidas. Pero si te atrapan, yo no estaré ahí para limpiar el desastre.

La sala principal del mercado era tan vasta como grotesca. Techos altos, cubiertos por telas de colores oscuros y antorchas flotantes de maná púrpura, iluminaban la pasarela central. Filas de asientos de piedra y butacas de terciopelo estaban ya ocupadas por figuras encapuchadas y nobles sonrientes. En la tarima central, un hombre delgado, con guantes blancos y una sonrisa tan falsa como brillante, alzó la voz.

—¡Bienvenidos, estimados coleccionistas, cazadores, y nobles del reino de los no-muertos, de los cielos dorados y de los valles profundos! ¡Hoy tenemos una selección exclusiva para todos los gustos!

Un elfo fue el primero en ser arrastrado a la plataforma. Su cabello plateado caía sobre sus hombros mientras mantenía la cabeza erguida con orgullo, aunque claramente herido.

—Ejemplar raro de los bosques antiguos. Sangre pura. Nivel de maná: clase A. Precio inicial: 300,000 piedras de éter.

—350,000 —gritó una voz desde las gradas.

—400,000 —otra.

Kael apretó los dientes. Observó cómo cada nuevo "artículo" era subastado: una chica híbrida entre orco y humana, con cicatrices visibles; un joven humano corriente, apenas un adolescente, temblando de miedo; un anciano de cabello blanco que aún emanaba un aura espiritual intensa.

Cada uno tenía el mismo sello brillante sobre el pecho o la nuca. Manchas de desesperanza les cubrían los ojos.

Saira también los observaba en silencio. Kael pudo ver que su mano estaba cerrada con fuerza. No necesitó palabras para entender lo que sentía.

—¿Hasta cuántos subastan por noche? —preguntó Kael en voz baja a Kergel.

—Depende. Hoy parecen muchos. Puede que estén trasladando esclavos de otro mercado. Lo que es seguro es que después de la ceremonia los llevarán a la cámara de entrega. El sello es movido ahí. Esa es tu única oportunidad.

Kael asintió.

—Entonces, cuando eso pase, actúo.

—¿Actúas solo? —preguntó Kergel con desconfianza.

Kael lo miró desde su máscara.

—Te lo advertí antes. Si esto es una trampa, no dejaré ni tu alma.

Kergel tragó saliva y alzó las manos otra vez.

—No es una trampa… te lo juro. Solo… mantén ese dedo lejos del gatillo.

Saira miró de reojo a Kael y dijo:

—Si vas a hacer algo tan temerario… no te atrevas a dejarme fuera.

Kael la miró fijamente.

—Nunca planeé hacerlo.

La tensión en el aire crecía mientras el presentador anunciaba el siguiente lote. Algo en la atmósfera cambiaba. La subasta continuaba, pero Kael sabía que el momento se acercaba.

El momento de cambiar las reglas del juego.

Continuará...