Capítulo 18 :Sombras en Silencio: Preparativos Antes del Caos

Las luces del Mercado Azul seguían danzando con un resplandor púrpura, pero en una zona más apartada del salón principal, detrás de una cortina de cristal ahumado y columnas talladas, Kergel llevó a Kael y Saira hasta una pequeña sala de descanso para "nobles compradores". Un espacio con alfombras oscuras, incienso flotante, y runas de silencio que amortiguaban todo sonido.

—Aquí no entra nadie sin máscara dorada —susurró Kergel mientras cerraba la puerta tras ellos—. Tenemos unos minutos antes de que empiecen a mover a los esclavos al sector de entrega.

Kael se quitó la máscara y exhaló hondo. Saira hizo lo mismo, secándose una gota de sudor en la frente.

—¿Ya sabes cuántos guardias habrá en la cámara? —preguntó Kael, directo al punto.

Kergel sacó un mapa arrugado de un bolsillo secreto en su abrigo. Lo extendió sobre una mesa baja iluminada por una piedra de maná flotante.

—Aquí —señaló con un dedo tembloroso— es la tarima principal. La cámara de entrega está detrás de esta puerta doble. Tiene dos accesos ocultos: uno desde los túneles que usan los cargadores, y otro que viene desde el área de contrabando… aunque ese está muy vigilado.

Kael observó los puntos marcados con atención. Su mente ya estaba trabajando.

—¿Cuántos magos en total?

—Al menos cuatro magos de rango medio custodian la cámara. Y hay otros cinco guardias físicos con armas encantadas. Todos tienen visores anti-ilusión. No podrás usar engaños baratos.

—¿Y qué hay del sello? ¿Dónde se transfiere?

—En el centro de la sala. Usan una estructura en forma de altar, donde canalizan el sello al nuevo propietario. Solo entonces liberan físicamente al esclavo.

Kael cruzó los brazos. Pensaba rápido. Luego miró a Saira.

—¿Tienes suficiente maná para una barrera de contención y uno de tus hechizos de rompimiento?

Saira asintió, seria.

—Sí, pero solo por unos segundos. Después necesitaré recargar con un canalizador o me quedaré sin nada.

—Bien. Eso será suficiente —dijo Kael—. Cuando estén trasladando a los esclavos a la cámara, tú y yo nos infiltramos desde los túneles. Yo eliminaré en silencio a los primeros dos guardias. Cuando estés dentro, lanza la barrera. Eso nos dará diez segundos.

Kergel los miraba incrédulo.

—¿En serio vas a hacerlo? ¿Tú y una sola chica contra todos esos?

Kael lo miró con frialdad.

—Ella vale más que diez como tú.

Saira se sonrojó ligeramente, pero no desvió la mirada.

—Y tú —dijo Kael señalando a Kergel—. Nos ayudarás desde aquí. Si ves que alguno de los compradores sospecha, crea distracción. Lanza una explosión mágica en el salón o algo que los mantenga ocupados.

Kergel levantó las cejas.

—¿Qué? ¡¿Estás loco?! ¿Sabes lo que me harán si me atrapan?

Kael se le acercó. Lo tomó del cuello del abrigo, con calma letal.

—Te advertí que si esto era una trampa no dejaría ni tu alma. No me tientes a cumplir esa promesa antes de tiempo.

Kergel tragó saliva.

—...Está bien, está bien. Lo haré. Pero si salimos vivos, me debes otra.

Kael lo soltó. Volvió a mirar el mapa.

—No nos van a ver venir.

Saira se acercó por su lado, tocándole el hombro.

—Kael… ¿qué pasará si fallamos?

Él no dudó.

—No vamos a fallar. No esta vez.

Saira asintió lentamente, apretando su bastón con fuerza.

En ese instante, una campana mágica sonó a lo lejos. Tres tonos graves que vibraron por todo el Mercado Azul.

Kergel palideció.

—Es la señal. Ya empiezan a mover a los esclavos…

Kael se colocó de nuevo la máscara de lobo.

—Entonces es hora.

—Que la suerte esté con ustedes —murmuró Kergel.

Kael abrió la pequeña compuerta trasera que conducía a los túneles.

Las sombras los tragaron en silencio.

Y la verdadera caza estaba por comenzar.