Capítulo 20 :Cadenas Rojas, Manos Libres

El momento llegó.

Las compuertas traseras se abrieron por completo y dos esclavos, uno orco y otra humana con sangre de dragón, eran arrastrados por los túneles de transporte. Los guardias apenas sospechaban. Saira colocó la runa de contención en la pared y Kael se adelantó, sigiloso como una sombra afilada.

—Ahora —murmuró él.

Una bala silenciosa, bañada en su energía oscura, voló directamente al cuello del primer guardia. El otro no alcanzó a gritar antes de que Kael lo golpeara contra el muro, dejándolo inconsciente. Sin perder tiempo, los dos esclavos liberados lo miraron, confundidos.

—¿Quién…? —musitó el orco.

—Silencio —ordenó Kael—. Quieren vivir, síganme.

Saira activó la runa. Un círculo de luz se expandió en la cámara lateral y las marcas en los cuellos de los esclavos parpadearon.

—Uno menos —dijo ella con una sonrisa desafiante.

En minutos, comenzaron a liberar a los que estaban en la sala de preparación: cuatro elfos jóvenes, dos humanos con sangre maldita, y una mujer alta, de piel oscura y tatuajes de energía arcana.

—¿Esto es una rebelión? —preguntó la mujer, y sus ojos brillaban con algo que hacía tiempo había perdido: esperanza.

Kael respondió con voz firme:

—Es justicia.

Uno de los esclavos cayó de rodillas y empezó a llorar. El resto, como despertando de una hipnosis, comenzaron a hablar, murmurar, abrazarse.

—¡Silencio! —ordenó Kael, con los ojos enfocados en el pasillo principal—. Aún no hemos terminado.

En ese instante, un grito estalló en el salón principal. Uno de los esclavos subastados acababa de activar su sello de escape. La runa de Saira había comenzado a desestabilizar todo el sistema. La magia del sello maestro empezaba a desmoronarse.

—¡HUID! ¡ESTÁN COLAPSANDO LOS SELLOS!

El caos estalló.

Guardias comenzaron a gritar. Algunos compradores alzaron barreras. Otros intentaban huir, pero no había una salida clara. El sello del altar central vibraba violentamente, con chispas de maná corrupto. Y entonces, Kael disparó al núcleo flotante.

Un estallido negro cruzó el aire como una bala del juicio.

El altar explotó.

Gritos. Llamas. Magia rota. La revuelta ya no podía detenerse.

Saira gritó:

—¡Vamos por los que aún quedan! ¡Hay otra celda detrás del muro este!

Kael asintió. Llevaba ya a seis esclavos detrás suyo, todos liberados, algunos aún débiles. La mujer de piel oscura le lanzó una mirada.

—Tú no eres un simple rescatador. ¿Quién demonios eres?

Kael miró hacia el humo con sus ojos grises brillando bajo la máscara.

—Alguien que estuvo demasiado tiempo encadenado.

Mientras avanzaban, un rugido mágico resonó. Un ser de cuatro brazos y cuernos apareció entre el humo: un hechicero-cazador. Su maná era denso, violento. Había sido liberado por accidente... y no distinguía aliados de enemigos.

Saira se preparó.

—Eso no estaba en el plan.

Kael apuntó sus pistolas.

—Ningún plan sobrevive al caos.

El capítulo termina con Kael disparando hacia la criatura, y los esclavos detrás, observando con mezcla de miedo y admiración a quien acababa de encender una chispa imposible: libertad.