Capítulo 22 : El Rugido del Mercado Azul

Parte I: El Camino de la Libertad

Los túneles retumbaban mientras los pasos de decenas de esclavos resonaban en la oscuridad. Saira, al frente del grupo, sostenía una esfera mágica que iluminaba el camino.

—¡Rápido! ¡No se detengan por nada! —gritó, girando la cabeza—. Si algo pasa, yo los protegeré.

Una elfa joven jadeaba detrás de ella.

—¿Por qué... por qué haces esto? ¿Quién eres?

Saira apenas sonrió.

—Alguien que ya no soporta ver estas cadenas.

Uno de los esclavos, un hombre con marcas mágicas grabadas en el cuerpo, tropezó. Saira volvió y lo ayudó.

—¿Estás bien?

—Sí… gracias. —Él la miró con ojos cristalinos—. Nunca imaginé que alguien como tú... una noble...

—No soy una noble hoy. Soy solo alguien que elige hacer lo correcto.

Los túneles crujieron. Un rugido lejano se oyó desde el corazón del mercado.

Saira se detuvo un segundo.

—Kael…

Parte II: El Cazador en el Caos

CRASH

Un cuerpo atravesó una de las galerías principales, estrellándose contra un puesto de joyas mágicas. Gritos. Fuego. Magia descontrolada.

Un hombre de traje púrpura y joyas doradas se levantó, sacudiendo el polvo.

—¿Qué demonios es esa cosa? ¡¿Quién dejó libre a esa bestia?!

Otro, con un bastón encantado, gritó:

—¡Esto es una locura! ¡El mercado azul nunca había sufrido un ataque como este!

Una mujer con tres anillos flotantes en cada mano escaneó el lugar.

—¡Hay alguien detrás de esto! ¡No es casualidad! ¡Lo están dirigiendo…!

PUM PUM —Dos disparos resonaron y los tres cayeron en seco.

Kael emergió de entre las sombras, pistolas humeantes.

—Bienvenidos al nuevo orden.

Los esclavistas restantes comenzaron a correr. La criatura detrás de Kael rugió y lanzó un golpe que partió una columna en dos. Un grupo de compradores intentó usar un hechizo de encierro, pero la bestia absorbió su maná y los desintegró.

—¡Nooo! ¡Ese bicho absorbe magia! ¡No tiene lógica!

—¡Nos habían dicho que era inofensivo en la jaula!

—¡¿Dónde están los guardias mágicos?!

Kael caminó con calma entre las llamas, disparando con precisión letal a cualquiera que alzara un bastón o intentara huir con esclavos aún encadenados.

—Esto es por cada niño vendido. Cada alma rota. Cada lágrima que les provocaron.

Una mujer encapuchada gritó desde una tarima:

—¡Yo soy embajadora del Clan de las Llamas Carmesí! ¡Si me tocas, morirás!

Kael apuntó.

—Buen discurso.

Disparó. Silencio.

La criatura rugió detrás de él, alzando los cuerpos como muñecos rotos y aplastando a los traficantes con odio desatado. Algunos compradores intentaron abrir portales de escape, pero sus runas fallaban por la energía salvaje del caos liberado.

CRACK

Una de las galerías superiores colapsó, y Kael tuvo que rodar hacia una esquina.

—Perfecto… se está viniendo abajo.

Agarró su comunicador rúnico.

—Saira, ¿me copias?

—Sí. Estamos cerca de la salida. Aún hay heridos, pero avanzamos.

—Mantente firme. En cinco minutos saldrá el infierno completo por detrás. No te detengas.

—Kael… ¿y tú?

Él miró hacia el techo resquebrajado.

—Tengo una última cosa que hacer.

Se levantó. Frente a él, en un trono improvisado de huesos, un hombre lo miraba con desprecio: un maestro del mercado, con un bastón negro y ojos como carbón ardiente.

—Así que tú eres el causante de esto… chico sin magia.

Kael levantó su pistola, sonrisa de lado.

—No sin magia. Sin límites.