Capítulo 33 :Ecos del Museo Prohibido

El cielo nocturno sobre Kioto estaba cubierto por una densa neblina mágica. En lo alto de un edificio abandonado, Kael observaba el enorme complejo del Museo Mágico Imperial, una fortaleza disfrazada de institución cultural.

—Aquí es donde se guarda la Piedra de Zarneth —murmuró, ajustando el guante en su mano derecha.

Las defensas del museo no eran comunes. No solo estaba protegido por maldiciones y campos de sellado, sino que también era un punto de vigilancia constante por parte del gobierno mágico. Entrar sería un suicidio para cualquiera… menos para él.

—¿Seguro que vas a entrar solo? —dijo una voz entre las sombras.

Kael volteó, sin necesidad de apuntar su arma.

Una figura encapuchada emergió: una joven de cabello blanco grisáceo y ojos dorados con marcas tribales en su cuello.

—¿Quién eres? —preguntó Kael, alerta.

—Puedes llamarme Rin. Estoy buscando lo mismo que tú. Pero a diferencia de ti, tengo las llaves mágicas para anular parte del campo de contención.

Hizo una pausa y sonrió con ironía.

—Digamos que… no me llevo muy bien con el gobierno.

Kael la evaluó por unos segundos.

—Bien. Entra conmigo. Pero si intentas algo extraño…

—Lo sé —interrumpió ella—. Te dispararé antes de que tú lo hagas.

Ambos descendieron por los canales subterráneos del viejo Kioto, hasta una compuerta rúnica. El hechizo de Rin brilló en azul pálido.

—Cinco minutos antes de que el sello se regenere —advirtió.

Kael asintió y entraron.

El museo por dentro era un lugar gélido, donde vitrinas contenían artefactos mágicos prohibidos. Espíritus sellados, pergaminos que susurraban en idiomas extintos, y en el corazón del santuario subterráneo: la Piedra de Zarneth, suspendida en un campo de energía negra.

Kael dio un paso, pero entonces... el aire cambió.

Una presión abrumadora cayó sobre ambos.

—Ya era hora —resonó una voz en los pasillos.

Desde las escaleras descendió una figura alta, cabello largo atado en coleta, ojos carmesí y una capa con el símbolo del clan Vorpek. En su mano, un bastón de ejecución de maná puro.

—Kael Araragi, el exiliado, el ladrón de portales, el libertador de esclavos. Por orden de Cedric Araragi, has sido marcado como Amenaza Nivel Dragón. Te destruiré aquí mismo.

—¿Quién eres? —preguntó Kael, activando su aura oscura.

—Laziel Vorpek, asesino de magos renegados. Uno de los tres.

Sonrió con desprecio.

—Hoy conocerás el dolor verdadero.

Sin previo aviso, Laziel disparó una lanza de presión mágica. Kael esquivó por instinto y desenfundó una de sus pistolas. La energía de la piedra de Ruval se activó en su interior, transformando el daño en poder espiritual.

Rin se retiró un paso, abriendo un círculo mágico.

—¡Lo distraeré con ilusiones, rápido, ve por la piedra!

Kael se lanzó hacia el pedestal, mientras esquivaba un segundo ataque que derrumbó media sala. El intercambio de golpes entre Kael y Laziel era brutal: uno con la fuerza de años de combate real, otro con la crueldad de la élite mágica.

—¡No puedes ganarme! —gritó Laziel.

Kael le apuntó directo al corazón, su voz fría.

—No necesito ganarte. Solo necesito esto.

Disparó, no al enemigo, sino al pedestal. La bala mágica reventó el núcleo de contención y la Piedra de Zarneth cayó en su mano. Una oleada de energía lo recorrió. Sus ojos brillaron un instante con luz esmeralda.

Rin activó un sello de evacuación.

—¡Ahora, Kael!

Ambos desaparecieron entre destellos, justo cuando el museo comenzaba a colapsar por la energía liberada.

Horas después, en una cabaña alejada de la ciudad, Kael sostenía la piedra con la respiración agitada. Rin le observaba.

—Eres más terco de lo que imaginé.

—Y tú más útil de lo que aparentabas.

—¿Qué harás ahora que lo tienen en la mira todos los imperios mágicos? —preguntó ella.

Kael miró hacia la oscuridad del bosque.

—Seguiré. Aún me faltan tres piedras… y Cedric ya se está moviendo.