Kael avanzó hacia el altar, sintiendo la presión de la presencia invisible que lo rodeaba. La niebla oscura se desvaneció lentamente, y los Custodios de Iskra, figuras envueltas en túnicas negras y máscaras indescifrables, se agruparon frente a él. La atmósfera estaba cargada de un poder innegable, un peso que parecía amenazar con aplastarlo. Sus manos temblaban ligeramente, pero su determinación se mantenía firme.
"El Juicio Final no es solo para tu cuerpo, Kael Araragi", dijo una de las figuras, su voz retumbando en el aire. "Es un juicio para tu alma, para las decisiones que tomaste en tu vida pasada, y para las que estás a punto de tomar."
Las palabras resonaron en su mente, y en ese instante, algo se rompió dentro de él. Los recuerdos de su vida pasada como Víctor, el sicario, comenzaron a surgir con fuerza. Recuerdos de las calles oscuras, las decisiones mortales, y el dolor de una vida marcada por la violencia. Su corazón latió con fuerza, y por un momento, Kael se vio transportado a otro tiempo y lugar.
Recuerdo:
El sonido de la lluvia golpeando el pavimento frío. Víctor, en su traje negro, con el rostro cubierto por la sombra de su capucha, caminaba entre los callejones oscuros. La noche estaba quieta, pero sus pasos resonaban con claridad. Había recibido una orden: un objetivo que debía eliminar sin preguntas.
Su mente estaba fría, entrenada para no dudar. Pero mientras se acercaba al objetivo, algo dentro de él vaciló. Los recuerdos de las vidas que había tomado lo perseguían, y por un instante, se detuvo. Miró al objetivo, un hombre joven, aparentemente inofensivo, que solo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Víctor levantó su pistola, apuntó y disparó. El hombre cayó al suelo sin una palabra. La expresión en su rostro, congelada en la muerte, lo miró con ojos vacíos.
En ese instante, Víctor sintió el peso de la vida que había arrebatado. Un peso que lo perseguiría incluso después de su muerte.
Kael sacudió la cabeza, volviendo al presente. Los recuerdos del pasado lo atormentaban, y una sensación de desdén lo embargó. Ese era él, pero ya no lo era. Kael Araragi no era Víctor. Y no iba a permitir que su pasado lo definiera.
"Estás viendo tu propio juicio, Kael", la voz resonó de nuevo. "Tus pecados pasados, tus decisiones, ¿crees que has cambiado realmente?"
"Soy Kael", respondió él, con firmeza, sus ojos fijándose en el altar. "No soy Víctor. Soy alguien nuevo. Y esta vez, las decisiones que tome serán mías."
Un suspiro recorrió el aire como si los Custodios estuvieran evaluando sus palabras. Finalmente, una de las figuras avanzó hacia él, señalando un círculo de luz que comenzó a formarse en el suelo. "Entonces, prepárate. El juicio ha comenzado."
Kael se tensó, preparado para cualquier cosa que viniera. De repente, la luz del círculo aumentó, envolviéndolo completamente. Una energía extraña lo rodeó, y antes de que pudiera reaccionar, un brillo cegador lo sumió en la oscuridad.
Recuerdo:
Víctor se encontraba en una habitación solitaria, la luz tenue iluminaba su rostro. Estaba ante un espejo, observando a un hombre que apenas reconocía. Había sido un monstruo, un asesino sin escrúpulos, y ahora se veía atrapado en una vida que ya no era suya.
Un golpe resonó en la puerta. Al abrirla, Lucía apareció. Su mirada era suave, pero había una tristeza profunda en sus ojos.
"¿Qué has hecho?" preguntó ella, su voz quebrada.
Víctor la miró en silencio. Había dejado que su vida se desmoronara por completo. "Lo que tenía que hacer", dijo con voz baja, aunque una parte de él deseaba poder cambiar las cosas.
Lucía dio un paso adelante, su rostro lleno de dolor. "No es tarde para dejarlo todo atrás. Puedo ayudarte."
Pero Víctor se apartó. "Es demasiado tarde para mí. Ya no hay salvación."
La visión desapareció como un sueño roto, y Kael se encontró de nuevo frente a los Custodios. Su corazón latía con fuerza, y la sensación de culpa lo envolvía. La visión de Lucía, su última conexión con su humanidad, lo había golpeado como una tormenta. ¿Realmente podía escapar de su pasado?
"¿Vas a seguir negando quién eres?" preguntó la voz que provenía de las sombras.
Kael apretó los puños. "No niego mi pasado. Solo he elegido no ser esclavo de él."
El círculo de luz en el suelo comenzó a expandirse, y de repente, una sombra emergió del centro. Una figura humana, oscura y distorsionada, con ojos brillando con una intensidad abrumadora. El guardián de la piedra de Iskra.
"Este es tu juicio, Kael Araragi", dijo el guardián, su voz fría como el acero. "Tendrás que enfrentarte a tus propios miedos y a lo que has dejado atrás. Si no eres capaz de enfrentar tus sombras, nunca tomarás la piedra."
"Estoy listo", dijo Kael, respirando hondo.
El guardián avanzó, y la luz que emanaba de él creó una barrera que rodeó el santuario. Las sombras de su vida pasada comenzaron a materializarse, tomando la forma de los momentos más oscuros de su existencia. Víctor, el sicario, el hombre que había perdido todo lo que había amado.
Kael cerró los ojos un momento, y cuando los abrió, ya no había rastro de duda en su mirada. Su pasado podía perseguirlo, pero no podía controlarlo. Era el momento de poner fin a esa historia.
"Voy a pasar este juicio", declaró con firmeza. "Y lo haré con mi propio poder."
Con una explosión de energía, Kael se lanzó hacia el guardián, dispuesto a enfrentar no solo a sus enemigos, sino a la sombra que había sido Víctor, el hombre que alguna vez fue. Solo al derrotarla podría reclamar la última piedra y cerrar, de una vez por todas, el ciclo de su vida pasada.