Capítulo 17 – “Silencios con eco”

La pantalla del celular de Joaquín brillaba débilmente en la oscuridad de su cuarto. Eran las 3:12 a.m. en Costa Rica. Y en Londres, ya eran las 10:12 a.m.

Eliot no había respondido su último mensaje. Algo breve, un “Te extraño, ¿cómo amaneciste hoy?”. Algo que solía ser respondido en segundos, ahora llevaba casi tres horas sin notificación azul.

No era nada, se decía Joaquín. Quizás estaba ocupado, quizás simplemente no había visto el celular.

Pero su corazón no entendía de excusas lógicas. Solo sentía el eco del silencio.

Mientras tanto, en Londres, Eliot miraba su celular sin saber qué decir. Sentía el mismo amor, pero también el mismo cansancio. Trabajaba más de la cuenta. Dormía menos. Y esa distancia comenzaba a arañarle el pecho como un gato asustado.

Hablaron más tarde, como siempre. Pero esta vez hubo pausas.

Risas menos espontáneas.

Y una frase de Joaquín que a Eliot le clavó algo en el alma:

—A veces me pregunto si el delay entre nosotros es solo por el huso horario…

Eliot quiso responder con algo dulce, algo firme, algo que le dijera “no, mi amor, sigo aquí”, pero en su lugar solo suspiró:

—Yo también lo he pensado.

Esa noche ninguno de los dos durmió bien.

En Londres, Eliot caminó por el parque con su abrigo gris, pensando si el amor a distancia era realmente amor o solo nostalgia con nombre propio.

En Costa Rica, Joaquín miró el cielo desde su ventana. Estaba lleno de estrellas, pero ninguna le hacía compañía.

Por primera vez en meses, se despidieron sin un “Te amo” dicho con voz clara. Solo un “descansa” seco…

…y un silencio largo que quedó vibrando como un eco entre los dos.