Capítulo 18 – “Voces que resisten”

El silencio de los días anteriores seguía colgado en el aire como una nube espesa. Joaquín lo sentía incluso en su cuerpo. Su sonrisa se apagaba fácil, su energía se arrastraba como si llevara una mochila llena de piedras.

Pero ese viernes por la noche, se sentó con su celular entre las manos, decidido a no dejar que el amor se le escapara en medio de los espacios vacíos.

Marcó la videollamada. Eliot tardó en contestar. Cuando por fin apareció, tenía el cabello un poco desordenado y la mirada cansada, pero apenas lo vio, sonrió. Una sonrisa chiquita. Real.

—Hola… —dijo Joaquín primero, bajito, como si dudara si tenía permiso de hablar.

—Hola, vos —respondió Eliot. Silencio. Y después:

—Perdón. Por estos días. Por todo.

Joaquín bajó la mirada.

—Yo también… Te sentí lejos, y me asusté. Me da miedo perder esto, perderte.

Eliot lo miró, serio.

—No me perdiste. Solo que a veces esta distancia nos pesa más de la cuenta, ¿no?

—Sí —asintió Joaquín—. Pero no quiero que nos gane. No después de todo lo que sentimos, lo que hemos creado. No después de haberte tenido en mis brazos.

Y fue ahí donde todo cambió.

Eliot tomó aire, se acomodó en la silla y lo miró a los ojos.

—Yo tampoco quiero rendirme. Te necesito. Aunque sea difícil. Aunque duela a veces. Quiero seguir, con vos.

Joaquín sonrió.

—¿Entonces seguimos?

Eliot alzó su taza de café como brindando a la pantalla.

—Seguimos. Aunque tengamos que caminar sobre océanos de kilómetros.

Esa noche rieron como antes. Recordaron chistes internos, canciones tontas, hasta hicieron videollamada para cocinar “juntos”.

Y antes de dormir, Joaquín le dijo:

—Tengo algo en la cabeza. Algo loco.

—¿Qué?

—Pensé en mudarme a Londres.

Eliot abrió los ojos, sorprendido. Pero no dijo nada. Solo sonrió.

No era el momento de responder. Pero el corazón, sí… ya latía diferente.