La biblioteca subterránea de la Academia Real de Magia de Asteria era un sitio prohibido para los estudiantes de primer año. Lo cual, por supuesto, significaba que Dargan ya había estado allí tres veces.
Pero esta vez no fue él quien se metió en problemas primero.
—¿Por qué hay libros flotando en círculos cantando ópera en un idioma muerto? —preguntó Tessia mientras los observaba bailar sobre las mesas de lectura.
—Porque toqué uno que decía "no tocar" —admitió Juno sin vergüenza—. No me pude resistir. ¡Tenía ojos!
—¡Te estás volviendo como Dargan! —gritó ella.
—¡Hey! Yo tengo más estilo —resopló el susodicho, recostado entre estanterías mientras masticaba una manzana encantada que parpadeaba azul.
Mientras tanto, Nella revisaba registros antiguos con mirada analítica. Ardyn se sentó con un tomo grueso sobre invocaciones olvidadas y Erian… bueno, Erian solo trataba de no desmayarse por la cantidad de reglas que estaban rompiendo simultáneamente.
—¿Alguien ha visto a Sylha? —preguntó de pronto Dargan.
Tessia frunció el ceño.
—Se fue al jardín norte, creo. Dijo que necesitaba "sentirse dramáticamente en paz".
—Qué específico.
—Es Sylha —dijeron tres voces a la vez.
Dargan se estiró y se incorporó, justo cuando la puerta de piedra chirrió al cerrarse.
Una figura de túnica oscura y ojos pálidos se deslizó hacia una esquina de la sala.
Lyss Verhiel.
La quinta vez. Esta vez sin sombras, sin torres, sin techos ocultos ni ruinas escondidas. Solo pasillos mágicos y libros peligrosos.
—¿Vienes a espiarnos? ¿O solo te aburriste de observar desde balcones tenebrosos? —preguntó Dargan, cruzando los brazos con su tono habitual de descaro.
Lyss no respondió de inmediato. Sus ojos plateados lo escanearon como si evaluara si valía la pena hablar.
—No me interesa tu biblioteca ni tus fans —dijo finalmente.
—¿Pero sí te intereso yo?
—…No en ese sentido.
—Lástima.
Dargan sonrió con ese gesto típico suyo, desvergonzado y encantador. Pero Lyss no parecía impresionada.
—A pesar de tus explosiones y tus frases teatrales… sabes que hay algo más ocurriendo, ¿no?
—Si te refieres a que mi chaqueta está sentada sobre un libro que grita cada vez que me muevo, sí. Algo raro está pasando.
Ella suspiró, como si no esperara otra cosa de él.
—El encapuchado te observa. Y no es el único. Lo que hiciste en el evento no pasó desapercibido. Ni en esta academia… ni fuera de ella.
—¿Por qué me lo dices?
—Porque a diferencia de ellos, yo no estoy segura de querer verte caer.
Dargan se quedó en silencio un segundo.
—Eso suena peligrosamente parecido a "te estoy empezando a tolerar".
—Dije "no estoy segura". No te emociones.
Un leve movimiento en la penumbra reveló que el encapuchado observaba desde más allá del arco de piedra. No se acercó. No dijo nada. Solo aguardó.
Y luego, tan rápido como llegó, Lyss desapareció entre los corredores sin hacer ruido.
Horas después, los jardines traseros se habían convertido en un improvisado lugar de descanso para los equipos restantes. Mantas mágicas, burbujas flotantes de café caliente, y estudiantes durmiendo en posiciones cuestionables eran parte del paisaje.
Frinta Belmare, con su usual silencio, tejía runas diminutas sobre una hoja caída.
Velira Moss montaba una trampa en una taza de té "por si alguien se atrevía a robarla".
Y Orren Ghaz usaba una piedra gigante como almohada. Porque claro que sí.
—Esto es extraño —comentó Karla Nimor, ajustándose las gafas—. Por primera vez en semanas, no estamos peleando ni siendo perseguidos por una criatura de mil ojos.
—Dale quince minutos —dijo Toren Viess con su usual calma siniestra.
Y entonces…
¡POF!
Una pancarta explotó frente al grupo 5 con una animación encantada:
"¡La pareja explosiva regresaaa!"
—¡¿OTRA VEZ CON ESO?! —gritó Dargan desde una banca.
Sylha apareció detrás, comiéndose una empanada mágica con una sonrisa maliciosa.
—No los puedes culpar. Somos un espectáculo.
Dargan soltó una carcajada.
—¿Quieres hacer un dueto mágico y provocar otra ola de pánico?
—¿Hoy? Estoy libre después del postre.
Pero lejos de ellos, en la profundidad del bosque que rodeaba Asteria…
…los símbolos antiguos comenzaban a reactivarse.
Un portal sellado emitía una luz tenue.
Y la voz del encapuchado, apenas un susurro, decía:
—Pronto. Que el dragón despierte de verdad.
Fin del capítulo.