Capítulo 67 – Entre ramas y secretos: el eco de otra academia

Los profesores se reunieron en el claro central del bosque, en un círculo encantado que impedía que los estudiantes escucharan. El ambiente olía a tierra húmeda, magia contenida y preocupación mal disimulada.

La directora Aerith Thaloren estaba en el centro. Su bastón flotaba levemente sobre el suelo y sus ojos grises brillaban como mercurio.

—No se trata de un error —declaró—. No fue un hechizo experimental ni una travesura mágica. Fue un ataque. Medido, cronometrado y ejecutado con conocimiento detallado de nuestros terrenos.

—¿Quién demonios podría haber atravesado nuestras defensas sin activar las runas primarias? —exigió Halbram Voreck.

—Alguien que conoce esta academia. O peor aún… —añadió Arael Vynen—. Alguien que fue parte de ella.

Kaelir, apoyado contra un árbol cercano, intervino con voz baja pero segura:

—Las marcas de runas que encontré en el perímetro... no son de Asteria. Son variantes del antiguo sistema de manipulación de umbral... de Vel Ardonis.

Todos se giraron.

—¿La otra academia de magia? —preguntó Mirell, sorprendida—. ¿La que cerró sus puertas tras el… incidente con la dimensión colapsada?

—No cerraron. Se aislaron —respondió Kaelir—. Pero si esto es una señal… ya no lo están.

Mientras tanto, los estudiantes eran el opuesto del círculo solemne de profesores.

—¡Muy bien, ejército del caos académico, atención! —gritó Tessia desde lo alto de una roca, agitando una rama como si fuera una espada.

—¿Por qué estás gritando si no mandas a nadie? —preguntó Ardyn, cruzado de brazos.

—¡Por respeto al protocolo! ¡ESTAMOS BAJO AMENAZA CONSTANTE!

—...yo vine aquí para estudiar —murmuró Frinta Belmare desde una rama, flotando entre líneas de tiempo como quien se aburre en un banco.

—¿Y tú crees que esto es normal? —Velira Moss clavaba pequeñas trampas mágicas en el suelo, emocionada.

—Por supuesto que no —dijo Sylvain Drakens, apareciendo de la nada con su espada de luz brillando demasiado para la hora del día—. ¡Esto es una señal! ¡Debemos unirnos! ¡Debemos—

—Sí, sí, sigue soñando con ser el elegido, brillito —murmuró Karla sin mirarlo.

En ese momento, Lyss y Kaelir se cruzaron brevemente entre la multitud, ambos serios, ambos con una sospecha idéntica en los ojos.

—Las runas que encontraste... —empezó Lyss.

—No estaban completas. Era solo una firma. Una marca —respondió Kaelir—. Pero la reconocí. Fue vista una vez en Vel Ardonis, antes del cierre.

—¿Conexiones dentro de la academia?

—Probablemente. Alguien ha estado moviéndose sin dejar rastros desde hace semanas. Hasta hoy.

Ambos se giraron instintivamente… y por un momento, entre los estudiantes, vieron algo.

Una silueta... cubierta por un manto carmesí. Pero no estaba sola esta vez. Una segunda figura, más alta, con una capa negra encantada, se desvanecía entre las sombras proyectadas por los árboles.

—¡Los vi! —gritó Lyss, lanzando una flecha mágica que impactó en el aire… y no en el objetivo.

—Son más de uno —dijo Kaelir, retrocediendo con cautela—. No buscan solo atacar. Están buscando algo aquí dentro.

Al mismo tiempo, en un salón secreto bajo la academia, la directora se quedó a solas con el Héroe Silente.

—Ya no hay tiempo para sutilezas. Si Vel Ardonis se está moviendo, y si el infiltrado está aquí… —hizo una pausa y alzó la mirada hacia un vitral encantado donde los rostros de antiguos alumnos estaban inscritos mágicamente—. Entonces la guerra fría entre academias ha comenzado de nuevo.

—¿Debo avisar a los otros guardianes? —preguntó él, calmado.

—No aún. Pero mantente cerca de Dargan Zevalen. Lo que buscan... está conectado a él. Aunque él todavía no lo sepa.

Más tarde, esa noche, mientras los estudiantes regresaban a los dormitorios bajo vigilancia, Dargan miró por la ventana, pensativo.

—¿Sabes lo peor de todo esto, Erian?

—¿Que nos pueden atacar en cualquier momento?

—No, que todavía no nos devuelven la clase que interrumpieron. Y esa práctica me iba a salir espectacular.

—…no sé si amarte o gritar —respondió Erian, dejando caer la cabeza contra la cama—. Esta academia es una locura.

—Una linda locura —añadió Sylha desde la puerta, con media sonrisa—. Y ahora… más peligrosa que nunca.