Bichos a la brasa

Las ramas crepitaban, algunos bichos se acercaban para morir calcinados. Ver esto entretuvo a los hermanos. El hambre comenzaba a pasar factura: casi 24 horas sin comer. Incluso durante sus intentos por bajar de peso, la dieta nunca había sido una opción real.

Ver a esos bichos achicharrarse en las llamas les dio más hambre. Samuel estuvo tentado a comérselos.

Joshua lo detuvo. Lo mejor sería atraparlos y ensartarlos en un palo para asarlos. Si se los comían así nomás, sabrían horrible. Samuel lo intentó de todas formas. Joshua solo se burló mentalmente.

Joshua estaba bastante ansioso. ¿Dónde estaban? El "bosquecillo" ya no era una opción lógica. ¿Los habían secuestrado? ¿Aliens? ¿Era una cámara escondida? ¿Un isekai? Pero no recordaba haber sido atropellado por un camión. Todo era muy raro.

Perdido en sus pensamientos, comenzó a oler los bichos asados. No pudo evitar voltear a ver a su hermano, tomarle el pincho de polillas de la mano y lanzarlo al fuego.

—¡¿Qué diablos haces, imbécil?! ¡Las polillas no se comen! ¡Busca grillos o saltamontes!

Samuel solo lo miró con ojos asesinos. Le había tomado bastante atrapar esas polillas. Pero aun así, se levantó a buscar grillos. Joshua era el cocinero. En cuestiones de comida, no iba a discutir con él.

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¿Alguna vez te has preguntado si tienes talento para algo? Samuel sí... pero jamás esperó que fuera para atrapar grillos. Joshua se sorprendió bastante. Samuel también. Tal vez tenía buen oído o manos rápidas. Al final, lograron reunir unos veinte o veinticinco. Suficientes para asar.

Sabían a camarón... sin condimentos. Nada apetitosos, al menos para Samuel. Joshua, por su parte, empezó a pensar en cómo agregarlos a algún plato o cómo servirlos como guarnición.

La noche pasó. Aunque fría y ventosa, fue pasable. ¿Sabías que la grasa es un buen aislante térmico? Joshua y Samuel no... pero por suerte para ellos, lo descubrieron esa noche.

Luego de descansar lo suficiente, con un sueño reparador bajo las estrellas, despertaron con dolor en todo el cuerpo. El cuello los estaba matando. Las raíces no parecían buena almohada. Samuel descubrió que las piedras tampoco.

Ya más descansados, comenzaron a pensar con claridad. No sabían dónde estaban. No tenían comida (salvo unos cuantos grillos que Samuel aún conservaba). No tenían agua. Y, con suerte, ningún animal los había cenado la noche anterior.

Una buena mañana.

Desayunaron grillos.

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Joshua recordó que el ser humano puede sobrevivir sin agua entre tres a cinco días. Tal vez un humano normal... pero él y su hermano sentían que estaban sudando grasa. El agua... ya hacía tiempo había abandonado sus organismos.

¿Deberían estar felices de sentir que estaban perdiendo algunos kilos? ¿O preocupados, porque lo más probable es que fuese el agua de sus cuerpos evaporándose?

Con un suspiro, Joshua decidió poner en práctica la nueva habilidad de Samuel. Los grillos, aunque poco sabrosos, contenían algo de agua. Así que podrían comerlos para recuperar aunque fuera un poco.

Recordó que era posible usar su propia orina en casos extremos.

Desafortunadamente... volvió a recordarlo tarde.

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Se decía que unos monjes lograron sobrevivir con la brisa y el rocío de la mañana. Joshua y Samuel sobrevivieron con grillos y la humedad de las hojas de los árboles.

Habían empezado a disfrutar el sabor de los grillos. Aunque solo era el tercer día desde que empezaron a comerlos, ya notaban diferencias entre los que atrapaban bajo piedras y los que encontraban bajo ramas.

Últimamente, incluso habían empezado a distinguir el género de los grillos por el sonido de su canto.

Eso los asustó un poco.

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Caminar tanto dio sus frutos. Encontraron un arroyo. Aunque dudaron en beber agua cruda, Joshua decidió arriesgarse. Pero al ver a las ranas nadar alegremente en el agua, le cedió el "honor" a su hermano.

Samuel estuvo a punto... de no ser por la sonrisa burlona de Joshua. Pronto atrapó unas ranas y se las lanzó a la cara. Joshua se asustó. No porque fueran ranas, sino por el tamaño: se veían enormes.

Esa noche comieron ancas de rana a las brasas. Sabían a pollo. Pollo sin condimentar.

Lograron hervir agua en una "olla" improvisada hecha con hojas. Algo que Joshua había visto en un video... y que, afortunadamente, esta vez sí recordó.

Era la noche del día cinco.