El almuerzo de la rata

Samuel sabía que ya no podía contar con su hermano. Al menos no de inmediato. ¡Ya había espantado a dos ratas! ¿¡Pero por qué escogió a las más pequeñas!?

¿Era su venganza por el chocolate? ¿Quería convertirlo en almuerzo de rata?

Sin detenerse, continuó corriendo. Sentía que se quedaba sin aire en los pulmones. Empezaba a ver doble. Las piernas le fallaban. Si iba a morir así, habría preferido haberse comido el chocolate. ¡Maldita rata malagradecida!

 

Su hermano parecía haber recogido otra piedra. Le gritó que se agache.

 

Samuel no hizo caso. Su cuerpo no respondía. La piedra pasó zumbando por su oído. La rata chilló, pero no se detuvo. Parecía decidida a comerse algunos kilos de grasa.

 

Samuel no estaba muy agradecido al ser deseado por una rata. Quería seguir corriendo, pero su cuerpo empezó a fallar. Sus pies se negaron a seguir con la tortura y cayó estrepitosamente al suelo.

 

Y la rata chocó contra él.

 

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Joshua vio a su hermano tirado en el suelo como un cerdo muerto. La rata sobre él, con toda la intención de comer jamón.

 

No quería hacerlo, pero tuvo que recurrir al cuerpo a cuerpo.

A veces se preguntaba por qué su hermano lo obligaba a limpiar sus desastres.

 

¿Debía dejar que pelee con la rata para que aprenda alguna lección?

 

Aunque pensaba eso, Joshua salió disparado contra la rata. No se debe subestimar una tacleada de casi 100 kilos. La rata salió volando, pero parecía ilesa.

 

Joshua empezó a preocuparse. Los humanos están en desventaja contra las bestias. El ser humano logró su supremacía en la cadena alimenticia gracias al uso de herramientas.

 

Pero él no tenía nada. Ni un palo o rama, y las piedras que había en el camino eran guijarros que apenas le harían cosquillas a una rata del tamaño de un búfalo.

 

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Samuel trató de levantarse. Ya lo decía el dicho: los árboles mueren de pie. Y él quería al menos dar pelea.

 

Viendo a su hermano al lado, pensó que no era una mala manera de morir. Al menos él no lo había dejado como carnada.

 

Para su sorpresa, la rata no se abalanzó sobre ellos como pensó. ¿Tal vez tenía miedo? Je, je, je. ¡Ahora sí sabrás lo que es bueno, rata apestosa! ¡No subestimes a este par de hermanos! Así como se veían, en su época escolar habían participado en varias peleas callejeras.

 

Aunque la gran mayoría provocadas por él mismo y Joshua venía a limpiar su trasero… pero eran peleas.

Y aunque gordos, eran bastante grandes. Al menos 1.85 o 1.90.

No era de extrañar que la rata temblase y… ¿empezara a botar espuma por la boca?

 

—¿La asustamos demasiado, Josh?

 

Su hermano lo vio como si fuera idiota.

 

—No. Parece que está enferma. Está convulsionando, no temblando de miedo, idiota.

 

Samuel volteó a ver a la rata. Esta se contorsionaba, dando chillidos tristes y dolorosos. Y luego vomitó un trozo de chocolate…

y murió.