Joshua estaba molesto. Este estúpido hermano suyo le había robado los chocolates… ¡y casi se los comen por ello!
Al menos, por suerte, esa rata era alérgica al chocolate. Tal vez como los perros. No sabía en cuánto tiempo podía morir un perro si comía chocolate, pero esta rata no tardó mucho.
Observándola, empezó a pensar. ¿No era carne gratis?
Pateó a su hermano, que empezaba a ponerse cómodo en el suelo.
—Levántate. Hora de trabajar. Vamos a comernos a la rata.
Su hermano lo miró con cara de “¿estás bromeando?”
Carne era carne, ya sea de rata o de rana. Pero esta era mucha carne. Esa rata era tan grande como la mesa del comedor de su casa. Si la ponían a secar, tendrían suficientes provisiones para un mes. No podían desperdiciarla.
Aunque Joshua había desollado animales antes, nunca una rata de este tamaño. Y mucho menos con una piedra.
Sería todo un reto.
****
Samuel se tumbó en el suelo. Estaba molido. Había corrido una maratón junto a las ratas, y ahora su hermano lo obligaba a trabajar. Tener que colgar esa rata gigante de un árbol no fue tarea fácil. Tuvieron que trenzar sogas de lianas, cargar la rata e incluso lo obligó a trepar para colgarla boca abajo.
Estaba molesto y cansado. Recostado en el suelo, revisó su “mochila” de ramas, sacó unos grillos tostados y empezó a comer, mientras observaba a su hermano trabajar.
Joshua se veía bastante serio, mientras miraba por todos los ángulos a la súper rata. Murmuraba cosas mientras la toqueteaba.
Se veía feo. La barba descuidada, la ropa y el cabello sucios. Y la sonrisa maníaca, ahora que encontró dónde abrir a la rata, lo hacía ver como un asesino serial… o alguna criatura del bosque. Por el porte y la contextura, no pudo evitar compararlo con Pie Grande… o algún chimpancé monstruoso.
—Jejeje, chimpancé.
Mientras se reía y masticaba grillos, se percató de algo. Su hermano no se veía tan gordo como antes.
Revisó su propio cuerpo. Mucha grasa parecía haberse esfumado. ¿Debería patentar la dieta de grillo?
Perdido en sus pensamientos, escuchó… pasos.