Capítulo 3: El Precio de una Elección

La brisa de la madrugada trajo consigo el aroma a ceniza y humedad. Tsukihiko miró al niño—Kaoru—quien ahora estaba despierto, pero aún débil. Sus ojos dorados reflejaban la tenue luz del fuego, mostrando una mezcla de desconfianza y curiosidad.

"¿Qué voy a hacer con él?"

Esa pregunta giraba en su mente como un eco persistente. Podría dejarlo ahí y seguir su camino, pero el sistema seguramente no se lo permitiría.

Y si lo hacía…

Tsukihiko apretó los labios. No era tan cruel como para abandonar a un niño herido en medio de la nada.

{Nueva misión: Encuentra un refugio seguro para Kaoru.}

Lo supo antes de que la voz sin rostro hablara en su mente.

—Parece que no me libraré de ti tan fácilmente —suspiró.

Kaoru ladeó la cabeza.

—¿Hablaste solo?

Tsukihiko lo ignoró y comenzó a empacar sus cosas.

—Tenemos que movernos antes de que amanezca.

Kaoru lo observó con cautela.

—No confío en ti.

Tsukihiko bufó.

—Bien. Yo tampoco confío en ti.

El niño frunció el ceño, claramente ofendido.

—Entonces, ¿por qué me ayudas?

Tsukihiko se detuvo un instante.

Buena pregunta.

Pero en lugar de responder, se echó la bolsa al hombro y apagó los restos del fuego con tierra.

—Si puedes caminar, sígueme.

Kaoru se puso de pie con dificultad. Aún estaba débil, pero no dijo nada.

Tsukihiko no pudo evitar notar su actitud obstinada. Incluso estando herido, se negaba a parecer vulnerable.

Le recordaba un poco a sí mismo.

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Sombras en la ciudad

La travesía hasta la ciudad fue silenciosa. Kaoru no hablaba y Tsukihiko tampoco veía la necesidad de llenar el vacío con palabras.

Cuando llegaron a los límites urbanos, las calles estaban tranquilas, pero no vacías. En las sombras, los ojos de los cazadores acechaban.

No podían simplemente caminar hasta la posada o el gremio sin levantar sospechas.

Necesitaban una alternativa.

Tsukihiko recordó un lugar. No era ideal, pero serviría.

—Sígueme. Y mantente cerca.

Kaoru asintió sin discutir.

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El refugio de los olvidados

Los condujo a un edificio abandonado en el distrito más deteriorado de la ciudad. Era una vieja bodega que había servido de refugio para los que no encajaban en ninguna casta.

Algunos decían que estaba maldita.

Para Tsukihiko, solo era un techo sobre su cabeza cuando no tenía otra opción.

—Aquí estaremos a salvo por ahora.

Kaoru recorrió el lugar con la mirada.

—Es… feo.

—Mejor que estar muerto.

Kaoru no discutió.

Tsukihiko buscó algunas mantas viejas y le lanzó una.

—Descansa. Mañana veremos qué hacer contigo.

Kaoru la atrapó, aún dudoso, pero finalmente se acostó en un rincón.

Tsukihiko también debería dormir.

Pero no lo hizo.

Se sentó junto a la entrada, con la espalda contra la pared, observando la noche que se desvanecía lentamente.

Los cazadores seguían ahí afuera. Y él tenía el presentimiento de que este problema apenas comenzaba.

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Un pasado entre cenizas

Un par de horas después, Kaoru se removió inquieto.

—Mamá…

Tsukihiko lo miró de reojo. Soñaba.

—No… no los… ¡NO!

El niño despertó de golpe, con el cuerpo tenso y la respiración agitada.

Tsukihiko no dijo nada. Sabía lo que era despertar con pesadillas.

Kaoru se abrazó las rodillas, temblando.

—…Los cazadores quemaron nuestra casa.

La voz del niño sonó apagada, como si no estuviera seguro de querer decirlo en voz alta.

Tsukihiko no respondió de inmediato.

—¿Por qué?

Kaoru tardó en responder.

—Porque mi familia… no sigue las reglas de los Alfa.

Tsukihiko entrecerró los ojos. ¿Un clan rebelde?

—Mataron a mi madre. A los demás… no lo sé.

Apretó los puños con fuerza.

—Me dijeron que corriera… pero…

Su voz se quebró.

Tsukihiko exhaló lentamente.

—Los Alfa no perdonan a los que desafían el sistema.

Kaoru levantó la cabeza, con los ojos brillando de ira.

—¿Y tú? ¿Eres como ellos?

Tsukihiko lo miró directamente a los ojos.

—No.

No necesitó decir más.

Kaoru lo observó en silencio antes de volver a acurrucarse en su rincón.

—Voy a vengarme.

La convicción en su voz era fuerte. Demasiado fuerte para alguien tan joven.

Tsukihiko cerró los ojos, sin decir nada.

La venganza… nunca era un camino fácil.

Pero tampoco era algo que pudiera arrebatarle.

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Un nuevo rumbo

La primera luz del amanecer se filtró por las grietas del techo.

Tsukihiko se puso de pie.

El refugio seguro no era suficiente. Si los cazadores seguían buscando, eventualmente lo encontrarían.

Debían moverse.

Kaoru lo miró con desconfianza.

—¿A dónde vamos?

Tsukihiko se ajustó la capa.

—A encontrar una solución.

Porque ahora tenía un nuevo problema.

Ya no era solo un paria que intentaba sobrevivir.

Ahora tenía un niño a su cargo.

Y eso cambiaba todo.