Capítulo 4: Caminos entrelazados

El aire matutino estaba cargado de humedad y ceniza. Tsukihiko caminaba con pasos calculados entre los callejones, con Kaoru siguiéndolo de cerca. Sabía que los cazadores aún estaban en la ciudad, pero no podían quedarse en la bodega por más tiempo.

Kaoru no protestó, aunque su ceño fruncido mostraba que aún tenía preguntas.

—¿A dónde vamos?

—A buscar respuestas —respondió Tsukihiko sin mirarlo.

El niño apretó los labios, pero no insistió.

Había dos problemas principales:

1. Los cazadores. Si Kaoru estaba en su lista negra, no dejarían de buscarlo.

2. El sistema. No le había dado una nueva misión aún, lo que significaba que algo más grande estaba por suceder.

Y cuando el sistema callaba, rara vez era una buena señal.

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Sombras en el gremio

El único lugar donde podría obtener información era el gremio. Aunque le desagradaba la idea de volver tan pronto, no tenía otra opción.

Cuando entraron, el murmullo en la sala principal disminuyó levemente. No por Kaoru, sino por él.

Tsukihiko Kurayami, el omega de cabello blanco.

Un paria entre parias.

—Mira quién volvió —Tanaka Yaeko, la cambiaformas lobo que administraba el gremio, lo recibió con una sonrisa burlona—. ¿No habías terminado tu encargo?

Tsukihiko ignoró la burla.

—Necesito información.

Tanaka alzó una ceja.

—¿Desde cuándo das órdenes?

Puso una mano sobre el pergamino más cercano, como si estuviera lista para entregarle otro encargo.

—Las reglas son simples, Kurayami. Trabajas, comes. No trabajas, mueres de hambre.

Tsukihiko deslizó una pequeña bolsa de monedas sobre el mostrador.

—Información.

Tanaka sonrió de lado y tomó la bolsa.

—Bien. ¿Qué buscas?

—Cazadores. Incendios en los límites del bosque. Movimientos recientes de los Alfa.

Tanaka lo miró con un brillo astuto en los ojos.

—Parece que alguien se metió en problemas.

—¿Puedes ayudarme o no?

Ella se encogió de hombros.

—Los Alfa han estado más activos últimamente. Están cazando a ciertos cambiaformas. Algo sobre "mantener el orden".

Miró de reojo a Kaoru.

—Y adivino que tu pequeño amigo tiene algo que ver.

Kaoru tensó los hombros, pero no dijo nada.

Tanaka suspiró.

—Si lo que buscas es un lugar seguro, hay un viejo contacto mío que podría ayudar. Vive fuera de la ciudad, en las tierras de nadie. Pero llegar hasta allí no será fácil.

Tsukihiko entrecerró los ojos.

—Dame el nombre.

Tanaka se inclinó un poco sobre el mostrador.

—Tendrás que hacerme un favor primero.

Por supuesto. Nada en el gremio era gratis.

—¿Qué quieres?

Tanaka le lanzó otro pergamino.

—Hay una entrega que debe hacerse en las afueras antes del anochecer. Hazlo y te daré lo que necesitas.

Tsukihiko lo atrapó al vuelo y lo guardó sin leerlo.

—Hecho.

Tanaka sonrió.

—Me gusta esa actitud.

Pero Tsukihiko sabía que en el gremio, las sonrisas rara vez significaban algo bueno.

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Un encargo peligroso

Salieron del gremio en silencio.

Kaoru, que había observado todo con atención, finalmente habló.

—¿Siempre vives así?

Tsukihiko no respondió de inmediato.

—Es mejor que estar muerto.

El niño frunció el ceño, pero no discutió.

El encargo los llevó a los límites de la ciudad, donde las casas eran más dispersas y los caminos menos transitados.

Cuando revisó el paquete, se dio cuenta de que era más valioso de lo que esperaba.

—Contrabando… —murmuró.

Era un riesgo, pero no tenía opción.

La entrega debía realizarse en un viejo granero a las afueras. Pero cuando llegaron, algo no cuadraba.

Había demasiada tranquilidad.

Kaoru también lo notó.

—Esto no me gusta…

Entonces, un sonido cortó el silencio.

—¡Ahí están!

Tsukihiko giró justo a tiempo para ver a tres cazadores salir de las sombras.

Una trampa.

—Maldición.

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El filo de la decisión

Los cazadores no dudaron en atacar.

Tsukihiko esquivó el primer golpe, pero el segundo le rozó la mejilla. No podía pelear y proteger a Kaoru al mismo tiempo.

—¡Corre! —gritó.

Kaoru vaciló, pero al ver la determinación en los ojos de Tsukihiko, obedeció.

Los cazadores intentaron ir tras él, pero Tsukihiko bloqueó su camino.

—Su problema es conmigo.

Uno de ellos sonrió.

—No. Nuestro problema es con él.

Tsukihiko frunció el ceño.

—¿Por qué?

El cazador solo rió.

—No eres el único con un destino maldito, Kurayami.

Eso lo descolocó por un instante.

Y en ese momento de distracción, uno de los cazadores se movió más rápido de lo esperado.

Una daga cortó el aire.

Tsukihiko solo sintió el impacto cuando la hoja se hundió en su costado.

El dolor fue instantáneo, pero no tuvo tiempo de reaccionar.

Kaoru gritó su nombre.

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Un despertar inesperado

El mundo giró. Tsukihiko cayó de rodillas, sintiendo la sangre empapar su ropa.

Los cazadores se acercaron, seguros de su victoria.

Pero entonces, una presencia distinta llenó el aire.

Un gruñido bajo y amenazante resonó en la oscuridad.

Los cazadores se detuvieron.

Tsukihiko alzó la vista, con la vista nublada por el dolor.

Kaoru estaba de pie… pero algo en él había cambiado.

Sus ojos dorados brillaban con intensidad, y su silueta parecía distorsionarse.

—Aléjense de él.

Su voz era más profunda.

Los cazadores se miraron entre sí, vacilantes.

—No puede ser…

Kaoru no era un cambiaformas ordinario.

Y en ese momento, Tsukihiko supo que había subestimado en qué se había metido.

Porque el niño que había rescatado… podría ser aún más peligroso que los cazadores mismos.